La evolución del perfil criminal de El Kalusha se puede contar por el número de averiguaciones previas que se han abierto en su contra o de su banda, aunque también por las apariciones en eventos delictivos que están relacionados siempre por asaltos a comercio, casa-habitación y, sobre todo, a transporte público.
Por eso no sorprende que a Rafael ‘N’ le haya puesto el dedo, otro sujeto detenido el 21 de junio detenido en posesión de droga en Huejotzingo, Jorge Alan, implicado en el atraco a la unidad de transporte público de la ruta 68, el 10 de junio, que fue viralizado en redes sociales luego de que una usuaria transmitió vía Facebook Live las secuelas emocionales de los usuarios de esa unidad.
Alan y El Kalusha —apodo puesto por un jugador de origen africano que jugó con el Club América a mediados de la década de los ’90—, eran vecinos en el Barrio de San Antonio, el sitio del que salieron los temibles Pitufos, una pandilla que vino a menos, pero que se encargó de sembrar la semilla de la delincuencia, que después creció como la banda de El Kalusha.
Usuarios de ruta de transporte y operadores tienen en la memoria el tiempo en que cruzar por ese lugar significaba pagar cuota, una suerte de aduana mafiosa a riesgo de ser golpeados, sometidos y las unidades dañadas.
La impunidad de las calles.
El argumento para el cobro de ese peaje iba de la fiesta patronal a la compra de las caguamas, cualquier ocurrencia era buena para extorsionar a quien pasara por esas calles, llenas de vecindades insondables, verdaderos vericuetos que ayudaban a la fuga de sus pandillas.
Una muestra es la vieja vivienda que se encuentra en la 24 Oriente y casi Calle 5 de Mayo que tiene al frente una puerta de metal, detrás de la cual se puede encontrar casi cualquier tipo de estupefaciente. Una narcotienda que tiene ya demasiado tiempo en funcionamiento al amparo o disimulo de las autoridades investigadoras.
Conocedor de ese microcosmos, el titular de Seguridad Pública del Estado, Jesús Morales colocó a un grupo de agentes de inteligencia en lugar de patrullas policíacas para conseguir primero, dar confianza a El Kalusha para que saliera de la madriguera en la que estaba; y dos, obtener información adicional de los planes fututos de la banda.
La Secretaría de Seguridad Pública Estatal y Municipal son quienes consiguieron someter a un personaje de la peligrosidad de quien comenzó en el mundo del hampa desde hace más de dos décadas, cuando el africano Kalusha brillaba en el terreno de juego.
El comunicado que el fin de semana emitió la Fiscalía General del Estado confirmó la falta de tacto y oficio de su titular, Víctor Carrancá Bourget que le impidió dimensionar el tamaño del mérito conseguido por el Grupo de Coordinación y Análisis Criminal cuando consiguió ubicar, someter y detener al líder de la banda criminal al grado tal que este lunes, Morales Rodríguez y Manuel Alonso, su similar en el municipio capitalino debieron salir a los medios para ofrecer pormenores de la detención del hombre que asesinó a Erik Bolio, el joven realizador de radio y que significó abrir la puerta a la ola de asaltos que alarmaron a la sociedad en la zona metropolitana de Puebla y que terminó por dar armas a la oposición política.
Toca a los hombres de Carrancá Bourget honrar la posición que corresponde para evitar que como ha sucedido en otras ocasiones, El Kalusha y sus secuaces ya no puedan volver a las calles por la evidente peligrosidad que significaría para la población.