El silencioso éxodo que se vive entre las ‘fuerzas vivas’ del expartido del aparato de Estado, está por convertirse en estruendoso tropel en la búsqueda de la recuperación del estatus de un pasado que ya quedó lejos, atrás en tiempo y distancia.

Líderes locales del interior del estado a quienes ya se les acabó la esperanza por volver a ser objeto de la atención del PRI, que no supo jugar el papel de oposición en un tiempo preciso, cuando el exgobernador Rafael Moreno Valle les colocó un zapato en el cuello.

Cansados de ver la pulverización de la marca tricolor desde que se perdió la gubernatura en 2010 con Javier López Zavala, comenzaron a ver otros horizontes. Comienza a materializarse el escenario dibujado con anticipación por analistas que advirtieron de la diáspora priista en la búsqueda de la tierra prometida.

Es más viable que ese tipo de liderazgos vayan a parar al Movimiento Regeneración Nacional antes que al PAN, se leía con insistencia. Dos motivaciones influirían para ello: el desencanto por los grupos en los que ha quedado el PRI estatal y la ola antisistémica (antiestablisment) que recorre el mundo. 

El PRI no tiene nada que ofrecer de cara a la elección de 2018. La sospecha de haber pactado dos derrotas consecutivas terminó por permear en un sector de simpatizantes que tiene capacidad logística y de movilización electoral, mientras que en los grupos que controlan al PAN no han sido más que carne de cañón para luego recibir el olvido. 

Son perfiles que lideran en la producción de cultivos diversos. El llamado voto verde del PRI que se va de las manos tricolores. Líderes de organizaciones de sorgo, arroz, maíz o caña y un largo etcétera que se acumula a las puertas de la oficina de un expriista: Alejandro Armenta Mier.  

Por eso el expediente que comenzó a ser cada vez más notorio en el interior del Partido Revolucionario Institucional con su salida a finales de abril, cuando por los oficios de Emilio Gamboa y Enrique Ochoa fue suspendido de sus derechos políticos, está lejos de ser cerrado.

El diputado federal que fue coordinador de la campaña de Blanca Alcalá Ruiz en 2016, a punto de vivir un exilio dorado con la embajada de México en Colombia, ha comenzado a recibir a un número creciente de liderazgos regionales que por años habían hecho trabajo político para el PRI.

El sigiloso paso del PRI a una nueva opción política parece irreversible. En la Sierra Norte, Mixteca, el Valle de Tehuacán o en la zona norte, los líderes regionales tienen nombre y apellido y en algún momento mantuvieron acuerdos con el exedil de Acatzingo que dejó al grupo de Bucareli para hacer su propio camino.

El sigilo con el cual estos hombres llegaron a tocar esa ventanilla política se convirtió en un estruendoso paso de un partido a otro. El reacomodo de grupos vive un segundo momento. El primero en 2010, con Moreno Valle a la cabeza de la oposición política; el segundo, con Armenta Mier. El gran perdedor parece volver a ser el PRI.