El empresario gasolinero Othón Muñoz Zamora Bravo pudo no estar cerca de Rafael Moreno Valle, pero algo vio en el panista que lo llevó a viajar a Tamaulipas para estar en la cabalgata de febrero pasado.
Pudo no haber sabido el aspirante presidencial de quién se trataba el vaquerito que se tomaba fotos entusiasmado, literalmente a su lado, unas horas después de haber dejado Casa Puebla, en donde despachó hasta el 15 de febrero.
Pero alguien debe explicar quién le acercó a un individuo a un sitio a más de 470 kilómetros de distancia, hasta Tampico, Tamaulipas, en donde se llevó a cabo esa jornada a caballo. Alguien lo hizo a sabiendas de que estaría cerca físicamente con una idea central.
Quienes saben de los protocolos de seguridad establecidos para proteger a poderosos, como es Moreno Valle, tienen claro que no cualquier sujeto puede acercarse, sobre todo, en una entidad marcada por la presencia de grupos de delincuencia organizada.
Alguien diseñó la lista de invitados que estaría en el primer círculo del aspirante presidencial y esa explicación sería oportuna para poder diseñar un control de daños más inteligente que el sólo tuit en el que busca desmarcarse del inefable Cachetes.
Debe hacerlo bien y rápido porque la revelación periodística llega en la antesala del anuncio en Acción Nacional para revelar el método que se seguirá para escoger el perfil para competir por la presidencia del país, en 2018.
Un solo tuit resulta inútil para borrar el estigma que lleva a cuestas, sobre todo cuando hay evidencia documental de los vínculos entre funcionarios suyos y los grupos de huachicoleros que se multiplicaron en el sexenio de este exgobernador.
Difícil imaginar que Moreno Valle desconociera el perfil de un sujeto como Othón Muñoz Zamora Bravo. La opulencia con la que se conducía el detenido el domingo pasado en El Secreto, en San Andrés Cholula lo hacía un sujeto difícil de ignorar.
La mácula del huachicol en la trayectoria del aspirante presidencial será imborrable, aún en el hipotético caso de que alcance la candidatura de su partido. Las fotos en donde se deja acompañar del presunto delincuente lo convierten en un vulnerable candidato.
La campaña negra está en la primera plana del diario capitalino que realizó la investigación periodística. Es blanco fácil y eso lo saben sus adversarios; dentro y fuera del PAN.
Ahora lo sabe el propio panista, como también conoce de la soledad que lo rodea en un partido en el que no es muy popular frente al apoyo unánime que recibió el presidente Ricardo Anaya por el embate de la prensa por la riqueza que habría acumulado su parentela.
Esas circunstancias hacen aún más complejo el diseño de escenarios a modo, como había sucedido en el pasado.