Hace 29 años, en 1988 las antenas parabólicas colocadas sobre los techos de los hoteles en la naciente zona hotelera de Cancún salían disparadas por el aire como platos de frisbee. Nada tenía que ver con la lúdica actividad de ese centro de recreo, sino como metáfora de la destrucción que vendría.
Ya había pasado la turbulencia política tras la elección presidencial en donde compitieron Manuel J. Clouthier por el PAN; Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano por el Frente Democrático Nacional y, Carlos Salinas de Gortari, por el PRI, el ganador de ese proceso histórico marcado por la sospecha del fraude electoral.
Otra etapa de inestabilidad vendría en septiembre, como ahora, para marcar a toda una generación de mexicanos.
El huracán Gilberto entró por Cancún en septiembre de ese año, con rachas de viento de hasta 285 kilómetros.
La categoría de ese monstruo llegó al máximo rango: un nivel 5 que dejó más de 220 muertos entre Quintana Roo y Monterrey; daños a la infraestructura y cientos de hectáreas de cultivo devastadas.
Como señales apocalípticas, o anécdotas sacadas del realismo mágico tan frecuentado en la zona caribe, hubo manifestaciones de la flora y fauna que anticipaban la llegada del meteoro descomunal que los habitantes del Caribe no supieron decodificar.
El silencio abrupto de las aves; la nube de mariposas negras que inundó amplias zonas costeras o la repentina quietud de las olas. Sin la tecnología adecuada, los mexicanos de esa generación fueron presa fácil para Gilberto que atravesó todo el país desde el sur hasta el norte de la República.
Desde esa fecha hemos tenido que aprender a vivir con la normalidad de habitar un país en medio de dos océanos que proveen con abundancia, pero también castigan con rigor por estas fechas.
El país entero está atento por los efectos de Lidia, la tormenta tropical que avanza al norte por el Golfo de California pero ese podría ser el preámbulo a un periodo similar al de septiembre de 1988 con la llegada de Irma que de acuerdo con el Centro Nacional de Huracanes en Miami tiene un diámetro mayor al país entero.
Los especialistas prevén que Irma ingrese a tierras mexicanas por la zona costera del Golfo el siete de septiembre, luego de avanzar por el archipiélago del Caribe; es decir, una semana antes de la ceremonia del Grito de Independencia, desde el balcón central de Palacio Nacional.
Peña Nieto ya había suspendido en 2013 y 2014 las cenas de gala con motivo de las celebraciones de la Independencia de México por las contingencias provocadas en Guerrero y Baja California, por los huracanes Manuel y Odile, respectivamente.
A menos que Irma pegue en la isla de Cuba y provoque la desviación a la Península de Florida, en las próximas dos semanas las zonas costeras del Golfo y el centro del país vivirán un episodio muy parecido al que provocó Gilberto hace 29 años.
La diatriba y encono partidista vivirá entonces un impasse obligado. No se sabe que puede ser peor.