El cuerpo de Mara Fernanda Castilla Miranda fue sepultado ayer en el panteón Bosques del Recuerdo en Xalapa. Su legado involuntario se quedó entre nosotros, todos quienes hemos sido hijos y también padres: un encendido debate sobre el respeto a la vida, las condiciones de vulnerabilidad del género femenino y los falibles protocolos de seguridad en el entorno familiar.
Pero también permitió ver el rasgo intolerante, machista y misógino de un grupo minúsculo pero ruidoso de usuarios de redes, una turba amorfa que encontró en el hallazgo del cuerpo sin vida de esta estudiante universitaria el pretexto para soltar el talante carroñero.
O también para quien tiene acceso impúdico al púlpito oprobioso disfrazados de ejercicio periodístico desde donde pontifica como profeta barato y ofrece el cambio, aun cuando en realidad sólo propone la involución respecto de una demanda general y evidente: alentar libertades legítimas para todos los estratos sociales.
Lleno de ira contenida por años de inconformidades manifiestas que sólo reflejan una psique: el trauma por una figura contrahecha, la ausencia de una figura paterna, la disminución moral de su estirpe inocua conjugada por el desconocimiento de haber dejado estirpe alguna.
Y desde luego un clima de psicosis colectiva general por la percepción de inseguridad que llega a todo nivel de la escala social, sobre todo a la clase media y media alta.
Como ejemplo el de una jovencita que creyeron “secuestrada”, pero que montó en cólera por una discusión familiar y que decidió salir de casa sin decir en dónde estaba, dio origen a una búsqueda frenética sólo para concluir horas después en que no había motivo para alarma alguna. El enojo había pasado y todo regresaba a la normalidad.
Un grupo de jóvenes reportó que el fin de semana, el primero después de que Mara Fernanda abandonó el local en Cholula en el que se divertía con sus amigos y luego fue asesinada, registró una sensible reducción de asistentes a los antros del lugar, pero ese no es un buen termómetro para medir el ánimo que existe en estos días.
¿Por qué se vitalizó el feminicidio de Mara Fernanda?, preguntó un filósofo y académico de la BUAP al autor de la columna Parabólica este fin de semana.
El enojo social fue la respuesta encontrada sin más elementos que una evidencia empírica recogida en los últimos días; y desde luego por la tristeza compartida como muchos que sí sabemos del dolor de ser padres.
Si acaso y como muestra están las manifestaciones de este fin de semana en diversos puntos del país, como Veracruz, Guadalajara, Ciudad de México y la que está prevista este lunes desde la UPAEP, la escuela que fue el alma mater de la víctima de un salvaje.
Con su ausencia y en forma involuntaria, Mara Fernanda nos ha dejado todo eso aunque bajo ninguna circunstancia debió morir, no hay que dejar de subrayarlo.