Si el miedo se democratizó con el sismo del 19-S, el martes de esta semana, la solidaridad convocada por la población afectada en los estados más lastimados por el movimiento de tierra borró del mapa las insalvables diferencias sociales.
De la clase pudiente a las más humildes mujeres de trenza y reboso fueron convocados a los centros de acopio para reunir alimentos enlatados, empacados al alto vacío o en bolsa en distintos lugares en los que el Ejército Mexicano, Policía Federal y otras instancias de gobierno se encargaron de organizar la ayuda, que llegó sin prisa ni pausa.
Fue el caso ayer en el centro de acopio dispuesto en el Instituto Tecnológico de Atlixco, en la calle de Heliótropo, una larga avenida de adoquín enclavado en una orilla de esta ciudad que presume tener el mejor clima del mundo.
Dos horas en el plantel permitieron ver Suburban, Tahoe, Mazda y Mercedes Benz cargadas de botellas de agua embotellada, ropa y alimentos enlatados.
Mujeres y hombres descendían de autos de lujo de todo tipo con ese aire de superioridad del que sólo tiene quien duerme y vive en las zonas de mayor plusvalía de Puebla. La bondad del mirreynato en pleno.
Pero también hubo quien llegó en autos modestos, compactos del que surgieron familias completas con niños que apenas han comenzado la aventura de caminar, con su respectiva ayuda en las manos. Era un jolgorio.
Un poblano clasemediero al frente de un convoy de dos camionetas y unos cuatro automóviles, con letreros sobre los parabrisas en los se leían ¡Vamos Puebla!
Dos elementos de la Policía Federal, despojados de esa ferocidad al combatir al crimen posan frente a la prensa con orgullo sus ropajes. Ya todos lucen cansados.
Un militar porta en brazalete de color amarillo con la leyenda Plan DN III y en la casaca, su apellido: Jiménez. Tiene más de 24 horas en ese lugar aún y cuando el día del sismo perdió parcialmente su vivienda.
La ayuda no para de llegar y eso lo sabe el militar Jiménez que carga agua, cajas con latas y costales. No hay pausa como tampoco la tienen voluntarios que apenas probaron bocado a las 19:00 horas.
Casi a las 20:00 horas un grupo de señoras con delantal bajan de una camioneta de redilas. Traen jarras de café y jugos. Todos beben, ricos y pobres; voluntarios todos, que al fin y al cabo en ese centro de acopio, las clases sociales también cayeron con el 19-S como sucedió con el otro 19-S hace 32 años.