En junio de este año fue hallado muerto en una celda el “presunto” y plenamente identificado violador y asesino de una niña de 11 años de edad de nombre Valeria, luego de haberla violentado en Nezahualcóyotl, Estado de México.
El depredador sexual no había terminado de enfrentar el proceso por el delito de feminicidio de la pequeña que enlutó a una familia mexicana e indignó al país cuando en la celda en la que se encontraba, junto a un numeroso grupo de reos en el penal de Neza-Bordo, decidió “suicidarse” con una cuerda sobre el cuello y prendida de una reja que no sobrepasaba el 1.50 de altura.
No obstante los protocolos carcelarios en los que hasta los cordeles de los zapatos son confiscados para evitar que los reos atenten contra su vida, el feminicida “encontró” un tramo de guarda de más de dos metros, para suicidarse.
Alguien desde el interior de ese centro penitenciario mexiquense dijo que en realidad lo habían “reventado” a golpes, una consigna carcelaria que mantiene vigente el pasaje bíblico Éxodo 21:24 'ojo por ojo, diente por diente', y que se extiende a todo el sistema penitenciario en México y América Latina.
José Octavio 'N' firmó su acta de defunción a los 43 años de edad cuando decidió raptar a la niña de 11 años a bordo de una combi de transporte público, violentarla sexualmente y luego asfixiarla para luego dejar el cuerpo abandonado.
Ese mismo escenario parece configurar el futuro del presunto feminicida de Mara Fernanda Castilla Miranda, estudiante de Ciencia Política en la Upaep, el chofer de Cabify en Puebla cuando decidió llevarla a un motel del sur de la ciudad y luego terminar con su vida.
Ricardo Alexis 'N' recibió amenazas de muerte y ese fue aparentemente el motivo por el que fue sacado del penal de San Miguel para llevarlo al de Tepexi de Rodríguez, según determinó la autoridad ministerial, pero ya está de vuelta al centro penitenciario de la capital.
Por sus características, los crímenes que costaron la vida a la niña Valeria, en Neza; y el de Mara Fernanda, en Puebla, fueron delitos de alto impacto que movieron la conciencia del país y alentaron la indignación que alcanza al ámbito de la cárcel en donde se espera las etapas procesales.
El facilismo del momento podría ponderar la muerte en caliente de un feminicida condenable como un destino manifiesto por la atrocidad del crimen del que se le acusa, y es entendible pero no justificable.
Pero el pago con la pena corporal de por vida bien vale que el asesino de Mara Fernanda se pudra en la sombra como debió suceder con el otro asesino de Neza, que ya no pudo pagar como debió.
Ninguno de esos escenarios devolverá a la vida a esta jovencita, como tampoco sucedió con Valeria y menos el alivio para sus familias.