Nadie supone en realidad que Elba Esther Gordillo se vaya a quedar a ver crecer las flores de las jardineras de su departamento en Polanco, luego del perdón de la PGR para no seguir recluida por una acusación de lavado de dinero y uso de dinero mal habido, al frente del SNTE.
Y nadie, salvo los abogados de la propia es lideresa magisterial y el círculo de la dirigencia nacional priista, que ahora se extiende al equipo del precandidato José Antonio Meade, suponen que se haya tratado de un hecho fortuito o ajeno a la firma de un acuerdo entre Nueva Alianza y el PRI.
En febrero próximo se habrían cumplido cinco años desde que la ex dirigente magisterial, fue detenida por la Procuraduría General de la República en el aeropuerto de Toluca, procedente de San Diego.
La mujer que ascendió en la estructura del poder sindical de un gremio con un poderío extraordinario desde que salió de su natal Chiapas, había sido acusada de lavado de dinero y desvío de fondos sindicales para uso personal, que en 2013 se calculó en 2 mil 300 millones de pesos.
La PGR era comandada por un hidalguense, Jesús Murillo Karam y el mérito de ese entonces consistía en que las autoridades investigadoras por fin habían encontrado el hilo de una madeja de intereses y corruptelas al amparo de las siglas del Sindicato Nacional de Trabajadores de México.
El SNTE y su lideresa se habían convertido en un factor de poder de extraordinario margen para incidir en políticas públicas con el yerno de Gordillo, Fernando González, en la subsecretaría de Educación Básica; fue capaz de crear un partido político que influyó en la balanza electoral; y hasta de validar a un presidente luego de la cuestionada elección de 2006, cuando Felipe Calderón ganó por un margen menor al 1 por ciento.
Las coincidencias en política son siempre sospechosas. Por ello llama la atención que la mujer que tuvo en sus manos el manejo discrecional de los fondos de los maestros del sistema de educación pública, la capacidad para apuntalar candidatos a gobernador, como sucedió en Puebla en 2010, con Rafael Moreno Valle y hasta para levantar la mano de candidatos presidenciales cuestionados, haya salido para enfrentar la pena, desde su casa, en el contexto de la elección en marcha.
El viejo aliado de la maestra fue el PRI, como ocurrió en la elección de 2012, cuando Enrique Peña Nieto era el abanderado.
Antes y después tejió coaliciones con quien le ofreció garantías de triunfo como meretriz de la política, hasta enredarse en sus propios intereses.
La dirigencia del magisterio, con Juan Díaz de la Torres y del Partido Nueva Alianza, Luis Castro, son dos de las creaturas de la mujer que parece haber sido absuelta de las acusaciones que se le imputaron.
Es el PRI de siempre, el viejo partido político de la multiplicidad de prácticas en periodos electorales el más interesado en que esta mujer que influye en dos ámbitos de poder esté a buen resguardo, desde el mullido sillón de su departamento en Polanco viendo pasar la vida, sin más apuro que el de volver a abonar a que su viejo aliado se mantenga otros seis años en el poder.