La renuncia de Miguel Ángel Osorio Chong a la Secretaría de Gobernación deja una larga estela de incertidumbre en una gama amplia de la clase política poblana y en el resto del país. El número de delegados que impuso desde su posición como el poderoso titular de Segob no es menor.
Muchos de quienes consiguieron mantenerse en el cargo obedecen a un padrinazgo que no vino necesariamente del grupo de los tolucos, como se le denominó al que encabezó Luis Miranda, el plomero de Enrique Peña Nieto desde que fue gobernador en el Estado de México.
El pastepower como se le conoció a quienes integraban el círculo de Osorio Chong, cuyo principal mariscal era el oficial mayor de la Secretaría de Gobernación, Jorge Márquez Montes, fue quien desde el principio de la gestión presidencial que vive sus últimos momentos, llevó las propuestas al escritorio del propio presidente.
Desde las cartera de Trabajo, Desarrollo Social, Desarrollo Agrario, Educación Pública y otras, fueron plazas que obedecían a los intereses, en primera línea, del hombre que compitió sin fortuna en la interna para ser candidato presidencial, junto a José Antonio Meade Kuribreña.
El retiro de quien pudo haber sido el titular de Gobernación que más tiempo se mantuvo en el cargo después de Manuel Bartlett Díaz, quien permaneció en la misma posición del 1 de diciembre de 1982 al 30 noviembre de 1988, durante el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado, deja en la orfandad a una larga lista de delegados y aspirantes a diputados locales y federales, o presidentes municipales.
El reacomodo de fuerzas en el grupo del presidente Peña Nieto no había sido tan evidente hasta que uno de los pilares de la gestión —el otro es el canciller Luis Videgaray Caso—, debió abandonar su responsabilidad para competir por un escaño en el Senado de la República, en lugar de una cómoda posición plurinominal.
El sistema político mexicano encumbra y castiga, independientemente de la fuerza política de la que se trate. Ofrece mieles a quien consigue imponerse y resulta implacable con quien resulta perdedor en la lógica de la competencia por el poder.
Es así que quien aspire a competir por una posición en Puebla y el resto de los estados deberá transitar por otra aduana, distinta a la de Gobernación. Meade Kuribreña y Peña Nieto, a la par y en consenso van a palomear cada uno de los perfiles que hayan levantado la mano.
Se trata de un proceso en el que los afectos y recelos serán determinantes. Un caso que ilustra es el de Rosario Robles Berlanga, secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, permanentemente confrontada con quien ahora es aspirante presidencial, una circunstancia que obliga a la lectura entre líneas. Hay que saber leer esas señales.