Era el mes de mayo de 2015 y el actual vocero de la campaña del priista “ciudadanizado” José Antonio Meade Kuribreña, Javier Lozano Alarcón decía ufano, con la lengua de fuego que lo ha caracterizado que en el PRI “no tienen madre”.
Se refería a los “operadores” de ese partido que entregaban pantallas de televisión de alta definición, según el programa diseñado en la Presidencia de la República y palomeado por la Secretaría de Hacienda, en donde despachaba el “ciudadano” Meade, tres meses antes de ir a Desarrollo Social, la dependencia responsable de la entrega de los aparatos.
“Estamos presenciado el más grotesco recurso electorero de entrega de bienes que son adquiridos con los recursos de los mexicanos y que son distribuidos con un afán estrictamente político-electoral por parte del gobierno y por parte del PRI”, decía quien en ese año se había consolidado como el fajador de la campaña del PAN y sus aliados en Puebla, en manos de Rafael Moreno Valle, el ex gobernador a quien le debe el escaño en el Senado.
Impecable, de corbata azul y pañuelo en la bolsa del saco, cuestionaba que se entregara ese tipo de aparatos a gente de escasos recursos, pero se hubiera prohibido la entrega dádivas como despensas o bultos de cemento.
Había acusado de cochinos a los priistas, estando en el chiquero de la manipulación electoral que también ha distinguido al grupo que defendía.
“Es una vergüenza que se atrevan a suspender programas realmente sociales para personas que realmente lo necesitan (...) es increíble que se suspenda la entrega hasta de una cachucha, de una despensa, de un bulto de cemento, pero eso sí, no pasa nada si les entregan una televisión de alta definición que ni siquiera tienen el receptor para poder captar señales de internet”. Marranos contra cochinos, pues.
Y entonces obsequió al respetable la prenda discursiva convertida en verborrea: De verdad, no tienen madre. Y esto se los digo también como presidente de la Comisión de Comunicaciones y Transportes del Senado de la República. ¿Lo sabía su nuevo patrón, el “ciudadano” Meade?.
De Lozano Alarcón no sorprende nada, pero no deja de resultar ofensivo. Cambiar de un cochinero a otro termina por arrastrar el estercolero a donde vaya. Y lo peor: denigra a la política y la cosa pública.