El jueves 5 Víctor Gabriel Chedraui quien había sido funcionario partidista en el PRI y hasta aspirante a diversos cargos se ubicó en la mesa de un restaurante de mariscos en la 43 Poniente y sin asomo de duda ni pudor, se puso a hacer trabajo de operación política para el Partido Social de Integración.
El PSI fue una franquicia electoral de rango menor de su impulsor Javier López Zavala, el ex candidato priista al gobierno del estado en 2010 que pareció encontrar en la prerrogativa una forma de llevarse unos pesos más del presupuesto.
Luego ese partido de la chiquillada local se fue a hacer alianza con el Partido Acción Nacional, de la Revolución Democrática y otros satélites, en momentos electorales y ahí anda, en la búsqueda de un lugar en el ánimo del electorado sin definición ideológica, pero sigue recibiendo sus prerrogativas.
El detalle de lo sucedido no es menor porque ilustra la condición de orfandad con la que el PRI entra en la ruta crítica del proceso de selección de candidatos, con un rango de maniobra empequeñecido.
Víctor Gabriel Chedraui había estado en la nómina del PRI hasta hace dos semanas, antes de encontrar acomodo entre la chiquillada mafiosa, comparsa del grupo en el poder.
Es el activo más reciente del que se hizo un partido distinto al PRI, el partido que dominó la escena hasta antes de 2010; pero es el mismo que el que pretende perpetuarse en la presidencia de la República con José Antonio Meade Kuribreña.
En otra escena las cosas parecen empeorar. Hace semanas que el presidente del Movimiento Ciudadano en Puebla, Fernando Morales Martínez —mismo que antes presidió el Partido Revolucionario Institucional—, anda a la caza de inconformes en ese partido que se encamina para ser el gran perdedor de esta elección.
Lo hace en la misma casa particular del ex gobernador Rafael Moreno Valle, en el fraccionamiento Las Fuentes. Ahí llegan liderazgos de todas las regiones y municipios para cerrar acuerdos, entregar candidaturas y fortalecer intereses propios.
En la entrega del lunes 15 quedó al desnudo el arreglo secreto entre la cúpula entre Enrique Ochoa Reza y el grupo político del ex gobernador Rafael Moreno Valle Rosas para hacer ganar a nivel nacional a José Antonio Meade, mientras en Puebla lo hace Martha Erika Alonso.
Lo que no se había dicho era la trama de intereses locales que también obran en contra del partido del presidente Enrique Peña Nieto, a quien tanto dicen venerar.