Cada vez será más difícil la cooptación del voto en la elección que está por comenzar. Transcurridos los periodos de precampañas, los aspirantes que hayan asumido que la vía idónea para la conquista del sufragio es a través de la entrega de dádivas o dinero en efectivo, deberán pensarlo en más de una ocasión.
No sólo la lupa de los órganos electorales arrojará luz sobre ese tipo de prácticas que llevó a encarecer como nunca el proceso democratizador en el país y Puebla. Ahora también existe un ejército ciudadano dispuesto a documentar el tráfico de apoyos de los equipos de campaña a las clases menos favorecidas.
El sábado que anduvo por Chiautla de Tapia el aspirante presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador, no dejó pasar la oportunidad de señalar una particularidad de las últimas elecciones poblanas: la entrega de cientos de tinacos en pueblos y comunidades.
Una fotografía entregada por brigadistas del Movimiento de Regeneración Nacional a este reportero y que acompañó la columna del viernes 2 de febrero no dejaba lugar a duda. Un bodegón propiedad del ayuntamiento de Pahuatlán exhibía cientos de contenedores “tinacos azules” como los miles que fueron obsequiados en procesos electorales recientes.
Alguien mostró al tabasqueño la misma foto un día después. En la mixteca, López Obrador fue al centro del tema: “En las monarquías los cargos se heredan, en la República es el pueblo el que elige libremente, sin nepotismo a sus autoridades; ¿qué es eso que Moreno Valle quiere dejar a su esposa?
“Ellos tienen la idea perversa de que pueden comprar los votos, de que a billetazos resuelven todo. No le tienen ninguna consideración a la gente, los ven como si fuese una mercancía que se puede comprar (...) cada vez que hay elecciones empieza la repartidera (...) reparten despensas, frijol con gorgojo; empiezan a repartir láminas de zinc, láminas de cartón, tinacos azules...”.
En 2015 y 2016 el grupo político a cargo del ex gobernador tuvo el suficiente margen de maniobra para entregar apoyos por millones a un segmento de la población acostumbrada a estirar la mano en procesos políticos a cambio de ese tipo de prebendas.
Un PRI débil, sumiso o complaciente dejó pasar la oportunidad de dejar constancia de un uso inmoral del dinero público como bien patrimonial para beneficiar a los abanderados de casa. La escena cambió con la incorporación de Morena y el discurso de López Obrador que terminó por hacer visible una práctica que había sido recurrente.
Hasta este fin de semana ningún aspirante presidencial había condenado el uso ostensible de programas sociales en Puebla para favorecer a un aspirante en particular. Quien no quiera ver ese nuevo paradigma cae en un error o exceso de arrogancia.
La irrupción de un fuerte competidor por el poder en Puebla y el país cambió el mapa. Imprimió una lógica diferente y opuesta a la que prevaleció mientras el bipartidismo PRI-PAN, habían decidido las reglas de competencia.
Esa nueva correlación en la justa electoral, parece no fue advertida por algunos competidores. La incertidumbre comienza a ser moneda de cambio en el proceso en curso y el resultado aún más incierto.