El grupo que encabeza Rafael Moreno Valle, y que lleva como carta fuerte a Martha Erika Alonso Hidalgo, su esposa, abrió su juego y con ello la convicción de no dejar nada al garete.
Ríos de dinero en efectivo han corrido para concretar la estrategia de dispersión del voto del adversario en la campaña por comenzar.
No es descabellado pensar en cañonazos de billetes destinados a ese propósito si se toma como punto de referencia el monto que un operador del ex gobernador puso en la mesa del PRD para concretar una alianza con el PAN en 2016, que finalmente no fructificó: 30 millones de pesos, libres de polvo y paja.
La máxima es la supervivencia política a través de la obtención del voto mayoritario con el nombre de la consorte en la boleta, y con ello la continuidad del régimen plutocrático que se instauró desde 2010, con el ahora abanderado al Senado por la vía plurinominal, un ex mandatario de claro perfil dictatorial.
Reclutaron como candidato de un partido de ornato como el Verde a un imberbe Michel Chaín, caído del monte del Olimpo por lenguaraz cuando asumió que la divisa en política también era la incontinencia verbal.
Será el esquirol de la campaña como también lo hará un don nadie, Alejandro Romero, un notario vinculado con el marinato por lo que habrá perdido su credibilidad como fedatario.
El Verde y Nueva Alianza que en la campaña federal van como rémoras bajo las siglas del PRI con José Antonio Meade, colero en las encuestas tienen candidato propio en Puebla: Chaín y Romero.
Cascajo de la política que la sociedad ya no tolera, ponen el servicio del que paga sus siglas y estructura como las prostitutas de un sistema de partidos rancio y obsoleto.
Con esa cara irán los dos candidatos recién aparecidos en la escena. Cómo botargas en telonero espectáculo veremos el más triste número del show al que nos ha acostumbrado el pragmatismo majadero de Moreno Valle y su corte.
Como sacaborrachos de cantina terminarán por hacer el trabajo sucio de la campaña. Ya los veremos en mangas de camisa metidos en el estercolero de la campaña, dispuestos a justificar el pecunio inconfesable obtenido, durante la campaña y los debates por venir.
Al fin que para eso está el basurero de la historia, destino cierto en donde acaban políticos de ocasión, payasos improvisados y candidatos utilitarios.