El académico Juan Antonio Huerta Wong, quien forma parte del plantel docente de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla es un hombre de contrastes. Algo así como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
Luz y sombra de sí mismo, firmó el desplegado que el martes de esta semana apareció publicado en el Diario Reforma “La violencia política apunta a elección de estado”, que también firmaron Fernando Fernández Font, David Fernández Dávalos y Juan Luis Hernández Avendaño, por ejemplo.
El párrafo introductorio del texto que también firman María Amparo Casar, del Instituto Mexicano de la Competitividad y Sergio Aguayo, del Colegio de México decía: “La violencia que vivió Puebla durante la jornada electoral el pasado 1 de julio significa un enorme retroceso político-democrático, que nos remonta a los fraudes electorales de la época de Maximino Ávila Camacho”.
El personaje central del Maximato de la época fue, como Hernández Wong, misógino y proclive a quedarse con lo que no le pertenece. Impoluto firmante de desplegados para demandar freno a la violencia, él mismo la ha ejercido en materia de género.
Hay antecedentes documentales de haber violentado los derechos de Rosa María Lechuga desde que decidió quedarse con el diploma y dinero del quinto Premio Nacional de Investigación Social y Opinión Pública que organizó la Cámara de Diputados en San Lázaro en 2015.
Lechuga tenía que viajar a París, en Francia, en donde realiza una estadía para terminar un doctorado. Para ello debió viajar a mediados de noviembre y el premio se entregó el 2 de diciembre.
El furibundo firmante de desplegados por la salud de nuestra democracia acudió a recibir el documento y el metálico, que no integró a quien hizo el trabajo de campo.
Hernández Wong es un cercano colaborador de Herberto Rodríguez, de la Fundación Empresarios de Puebla, inscrito en la cátedra Manuel Espinosa Yglesias y no es ajeno a este gesto de abuso desmedido el rector de la UPAEP, Emilio Baños Ardavín, informado desde el 21 de diciembre de 2017.
La comunicación, en manos del autor de esta Parabólica narra paso a paso el infortunio para poder cobrar por el trabajo de investigación por el que mereció el reconocimiento en San Lázaro.
“Como mujer y como ex trabajadora de la UPAEP, quiero expresar a usted como rector de una Universidad que promueve valores, entre ellos la Verdad, la Solidaridad, la Congruencia, el Respeto y Justicia, ¿dónde quedó la equidad de género? ¿Y la ética profesional?
El robo del premio, reclama, “es una forma de violentar mis derechos” y luego detalla en qué condiciones realizó la investigación de campo, el trabajo cuantitativo y cualitativo.
Nada de eso valió para que el valiente firmante de desplegados por la salud pública se quedara con lo que no es suyo, como vulgar delincuente que se viste de ropajes democráticos.