Una revolución, específicamente una revolución social, es definida como un cambio en los grupos que hegemonizan el poder en un país, asociado a un cambio de las estructuras económicas. Se trata de un cambio radical de la sociedad. Lo anterior, de acuerdo analistas y estudiosos de las revoluciones sociales, como Theda Skocpol. Las revoluciones abren tiempos medios o largos, hablando históricamente.
La pregunta que sigue es qué significa ¿la revolución en las urnas?
La revolución en las urnas, como definición conceptual, no existe en ciencias sociales, más allá de enunciados descriptivos de analistas políticos. Ejemplo, l triunfo del PAN en el 2000 fue visto como una revolución cultural, es decir, de principios liberales sostenidos por este partido, y hasta ahí. Pero su triunfo se ubicó en un tiempo corto, 12 años.
Los cambios por medio de las elecciones tienen una meta cuyo alcance es corto, en la lógica de las transformaciones sociales de las que estamos hablando. Los cambios por la vía electoral son temporalmente más limitados. Expresan un rechazo de la población a prácticas de un grupo y de sus orientaciones económicas, políticas, sociales, culturales o de carácter ambiental.
A través de las elecciones la población busca reorientar la conducta de un gobierno o cambiarlo por otro, esperando mejorar sus condiciones de vida con aquel que llevó al poder por medio de las urnas. Pero hablando, en términos históricos de acuerdo a Braudel, en general se trata de tiempos cortos, en un contexto de tiempos medios y largos de los sistemas políticos llamados “democráticos”.
¿La Cuarta Transformación de México?
El triunfo electoral de AMLO el primero de julio, es concebido por él y su partido, en una perspectiva de lo que él llama la Cuarta Transformación de México. Si la independencia, la reforma y la revolución, corresponde a tiempos medios dentro de un tiempo largo que es la consolidación de la sociedad industrial en los países antes coloniales, entonces: ¿Cuáles son las bases para hablar de algo más que una simple elección de tiempos cortos, según su propia opinión?
Como no se trata de lo que cada quien quiera hacer creer sino de lo que se deriva de las prácticas de los agentes, es pertinente ubicar las aspiraciones transformadoras con lo que fueron la primera, segunda y tercera transformación, de acuerdo al discurso clasificatorio de López Obrador.
La independencia, trajo la formación del Estado mexicano; la reforma, terminó con las guerras intestinas y le dio un marco ideológico e institucional al nuevo Estado; la revolución, acabó con una dictadura y la monopolización de la tierra y llevó a una incipiente democracia, tutelada por el partido único.
La Cuarta Transformación hipotética obradorista, a diferencia de las tres últimas, tiene como punto de partida una elección y no una confrontación armada. 30 millones de votos como fondo, como ningún otro presidente lo había logrado. Pero, mientras las otras transformaciones modificaron las formas de poder y distribución de la riqueza, solamente la reforma y la revolución tocaron las formas de propiedad, la estructura económica.
La independencia dejó intacta las formas de propiedad; la reforma, eliminó la propiedad eclesiástica sobre la tierra pero la trasladó a nuevas manos privadas, militares entre ellos, para luego despojar a las comunidades de sus bienes; la revolución mexicana, logró repartir la tierra y conformar un nuevo gobierno, luego de ajustes de cuentas contra villistas y zapatistas.
Lo que le dio a la revolución, sobre todo, el fondo o fuerza que le ha permitido sobrevivir en el imaginario social a pesar de los desastres dejados por las políticas neoliberales, es precisamente esa profunda transformación de la propiedad de la tierra. Los gobiernos posrevolucionarios, con la excepción de Cárdenas, se esforzaron con el tiempo por descarrilarla.
Una nueva distribución de los recursos públicos
La Cuarta Transformación apunta a la corrupción, la inseguridad y la pobreza. La etapa en la que se logró mejores niveles de bienestar fue la época posterior a la revolución, en la que se utilizó al Estado para equilibrar riqueza y pobreza. El sueño del libre mercado ha sido un desastre absoluto y total y rechazado en las urnas como modelo al que deben aspirar los mexicanos.
La política del obradorismo, en un contexto de reorganización de los polos capitalistas en torno al continente asiático, apunta a una nueva distribución de los recursos públicos, limitando el uso del presupuesto para la creación de nuevos ricos. Es muy complicado suponer, aunque las medidas anunciadas son bien vistas por la población, que eso sea suficiente para equilibrar los polos sociales.
La desigualdad y el desarrollo no tienen que ver con cambios de secretarías, porque no se trata de un tema administrativo ni geográfico. Se promoverán políticas más eficaces sin, esperemos, un uso faccioso del presupuesto, pero de nueva cuenta es insuficiente para equilibrar los polos sociales, pobreza y riqueza.
Si se lleva a cabo una política adecuada y dirigida a la inversión pública, en algunos sectores estratégicos como PEMEX y CFE, se podría contar con una reserva importante de recursos (siempre fluctuante porque depende de mercados mundiales), pero que puede dar frutos en rubros en los que se pueda agregar valor como la producción de gasolina.
En el tema de la inseguridad, va toparse con fuerzas “oscuras” que han fomentado este fenómeno social en algunas regiones del globo terráqueo, entre ellas México y América Latina, y que tiene que ver con la necesidad de encontrar un oponente en el mundo contra el cual justificar la economía de guerra y la muerte, una vez caído el Muro de Berlín. No se trata de un asunto técnico solamente, acuerdos con grupos criminales, aunque puede dar algunos frutos.
En las profundidades de la sociedad, estamos ante un fenómeno que tiene su origen en esas fuerzas que a sabiendas de las dificultades sociales que traería imponer un modelo de economía salvaje, como el liberal, buscan desfondar la resistencia social a través de la violencia armada, la droga, la trata, los secuestros, entre otros factores.
Con respecto a la pobreza, sinceramente no se trata de cambios de nombre de las secretarías, eso ya ha ocurrido y no ha pasado nada. La pobreza tiene que ver también con las estructuras económicas, difícilmente tocadas por una “revolución en las urnas”.
Esperemos imaginación del nuevo gobierno, y que las esperanzas no se queden ahogadas en un tiempo corto.