La relación del Legislativo–Ejecutivo en Puebla ha estado marcada siempre por el sometimiento del primero segundo. Simbiosis obscena de una pretendida división de poderes que se lee bien en la Constitución y que adorna el discurso hueco y sin embargo, pervertida. 

Por convicción política, por intereses de grupo o políticos, la sumisión disfrazada de tersa interlocución ha sido la constante entre los diputados a título unipersonal, en grupos o por mayoría.

Entre las anécdotas que sorprenderían a estas alturas de la cuarta transformación, están las de tres integrantes de la coalición Juntos Haremos Historia que ahora acusan con dedo flamígero despilfarro, componenda y sometimiento. 

Sus constantes visitas a una oficina por el rumbo de El Mirador para recibir sus apoyos del titular del Ejecutivo que ahora es senador de la República, consistentes en sus 100 mil pesos, cada mes, constantes y sonantes.   

Suficiente echar un vistazo a la integración de la LVIII Legislatura para encontrar a los feroces opositores al morenovallismo que antes fueron mansos integrantes del Congreso que todo votaron a favor por ese estímulo mensual. No hay que hurgar mucho para dar con sus identidades.

La costumbre insana de pagar en efectivo desde Casa Puebla los votos en el ámbito cameral no sólo no se interrumpió con la llegada de Rafael Moreno Valle al poder, sino que se agudizó.

Ya como gobernador electo en una reunión con integrantes de la entrante Legislatura, en un amplio comedor de Casa Puebla, les hizo saber que los apoyos mensuales para cada uno de los 41 legisladores no se suspenderían, como en efecto, no ocurrió.

Como testigo mudo de ese encuentro un Mario Marín derrotado, narró un asistente a ese encuentro inaudito. Estaba claro que el vetusto aparato de control político del viejo priismo no sería modificado un centímetro, como supuso la mayoría que votó por una alternancia en la entidad.

Los diputados que se van este fin de semana no sólo quedaron a deber a sus representados que esperaban resultados mayúsculos, sino también un bono disfrazado de apoyo parlamentario, ajeno al escrutinio, o a cualquier ejercicio auditable.

La forma de entrega trimestral de ese dinero que podría variar de entre 150 y 200 mil pesos fue en cheque nominativo. El criterio fue siempre el estado anímico, filias y fobias del presidente en turno de la Junta de Gobierno y Coordinación Política. La discrecionalidad en pleno, pues.

Ni siquiera la Secretaría de Hacienda y Crédito Público entró a la revisión del ejercicio de ese recurso, como se había planteado en un inicio del primer periodo, hace cuatro años y ocho meses.

Manga ancha pues para un gasto oneroso que en contadas ocasiones fue usado para días de ocasión según el calendario: los días de la madre, del niño o del maestro, Navidad o Reyes Magos.

Los diputados que comienzan funciones éste sábado 15, entre quienes están Gabriel Biestro por la coalición Juntos Haremos Historia y presidente de la Junta de Gobierno y Coordinación Política; o José Juan Espinosa, de la Mesa Directiva deberán cambiar esa ecuación perversa.

Los discursos de campaña ya terminaron y es hora de honrar la palabra. Eso deberán tenerlo en cuenta. Las mentiras suelen tener altos costos, que pregunten entre sus compañeros de Cámara de otros partidos y ahí encontrarán la respuesta.