Cuando apenas faltan 72 horas para que Claudia Rivera Vivanco asuma la Presidencia Municipal de la capital del estado, a la media noche del domingo próximo, surgen dudas acerca de la certidumbre con la que deberá transitar en los primeros meses la agitada vida citadina, plagada de grupos de interés claramente identificados con proyectos paralelos a los de la cuarta transformación.
No es casualidad que cuando se acerca la fecha para que todos veamos la transmisión de poderes de un gobierno con una clara vocación panista, como la que encabeza Luis Banck Serrato a un naciente gobierno con una ostensible tendencia de izquierda haya comenzado a surgir un conjunto de hechos presumiblemente aislados, que ponen en duda la existencia del azar.
A los líderes de los movimientos de ambulantes, comerciantes y la derecha que se esconde detrás de las fachadas de los organismos empresariales o mediáticos, hay otro conjunto de cosas que prefiguran un escenario para el que probablemente no estaban preparados Rivera Vivanco y su equipo de trabajo.
No se puede anticipar alguna víspera, sino hasta observar la capacidad de maniobra, oficio político y rapidez de reflejos para atajar escenarios adversos en los que no sólo estará en juego el bono democrático de la futura edil en funciones, sino de los habitantes de una de las ciudades más importantes de la República.
Ahí está el caso de Gonzalo Juárez Méndez, cuya trayectoria pública es ejemplo de la picaresca en la política local. Dirigente sindical habilitado como candidato a presidente municipal por un partido como Compromiso por Puebla, y luego devuelto a despachar en la oficina sindical. Y no es broma.
Y no obstante su condición pintoresca trayectoria como líder charro-candidato-líder charro debe formar parte de la agenda de riesgos en el futuro inmediato. Por las buenas o por las malas Gonzalo Juárez es quien maneja a la base trabajadora sindicalizada del ayuntamiento que presidirá su ex rival en la contienda política de julio.
Es además una de las entelequias del grupo en el poder que no dudará en frotarse las manos con los primeros tropiezos de una administración municipal llena de buenas intenciones, pero nueva en la administración pública que llegó al sitio en el que está con la ola lopezobradorista el 1 de julio.
Y no es el único. La liberación carcelaria de Israel Pacheco, la otra ala del sindicalismo municipal plagado de arrogancia, y que en el cenit de su poder llegó a pedir la renuncia de presidentes municipales en funciones, como el caso de Blanca Alcalá Ruiz, será ariete de otro grupo de poder.
El depuesto dirigente mantiene claras ligas con el grupo de Enrique Doger Guerrero, el ex candidato priista al gobierno estatal tan solícito en las últimas semanas con el grupo de Rafael Moreno Valle. Los vínculos entre este ex indiciado por presunto enriquecimiento ilícito y el dogerato no se han roto no obstante el tiempo transcurrido. ¿Alguien duda de ello?
Curiosamente Pacheco fue liberado del penal de mediana seguridad de Tepexi de Rodríguez en medio de una fuerte especulación: por las razones de su detención hace cuatro años y las que llevaron a abrir la celda cuando termina la hegemonía del grupo político que lo encarceló, en palacio municipal.
Hace unos días un grupo de ex trabajadores del municipio capitalino ofreció una rueda de prensa para acusar despidos injustificados. Todos, sin excepción formaron parte del grupo afín a Israel Pacheco a quien no se le puede imaginar en una silla de reposar en el jardín de su casa.
La peor escena para Claudia Rivera vendrá cuando se sepa sola, en medio de una trama de intereses de un conjunto de grupos de poder entre los que también están los giros negros, por ejemplo, siempre dispuestos a defender sus cotos aún a costa de calentar la plaza, lo que parece prefigurar una tormenta perfecta en el ocaso del otoño de este 2018.
Más aún como está, en los hechos, huérfana del apoyo político de la nomenclatura de Morena, el partido que la postuló.