La renuncia de Marcelo García a su militancia en el Partido Acción Nacional marca el fin de un reducido grupo de diez perfiles que originalmente integraron el llamado grupo del morenovallismo que se impuso a todo liderazgo, por las buenas o por las malas.
Y coincide casi en tiempo con la efeméride que apenas el fin de semana pasado algunos simpatizantes pretendieron honrar en detrimento de la memoria colectiva que juzga con mayor rigor y severidad la gestión de Rafael Moreno Valle, muerto el 24 de diciembre pasado, pero que tomó las riendas del estado un 1 de febrero pero de 2011.
Cuando hace ocho años Moreno Valle protestaba el cargo en el Centro Expositor de Los Fuertes, García Almaguer, quien se quedó desamparado con el fallecimiento de su amigo y guía, era quien junto a otros actores en escena encabezaban un gobierno de línea dura, irascible.
De todos, el primero en abandonar el barco fue Fernando Manzanilla Prieto, su coordinador de campaña y ex secretario General de Gobierno. Una disputa por la nominación a la presidencia municipal marcó el principio de la fractura que se ahondó por diferencias familiares irreconciliables.
Otro que llegó al poder después de haber formado parte de las familias custodias de El Yunque es Pablo Rodríguez Regordosa, aún dirigente municipal del PAN que antes ocupó la Secretaría de Trabajo y Competitividad, en donde habría hecho jugosos negocios, según acusaron sus propios correligionarios.
Una vez muertos Moreno Valle y su esposa, la gobernadora Martha Erika Alonso Hidalgo, la misma noche del 24 de diciembre se apersonó en las oficinas del Comité Estatal de Acción Nacional para explorar la posibilidad de dar un golpe de estado a la dirigencia de Genoveva Huerta y Salvador Escobedo.
El gesto de rapiña política no extraña a nadie por su conducta rutinaria y no es desconocido para quienes conocen la vida interna del panismo. Y eso lo colocó fuera de la esfera del grupo al que perteneció desde ese 1 de febrero de 2011, cuando se produjo la primera alternancia política.
El operador del ex mandatario, Eukid Castañón Herrera decidió renunciar a la vida pública. Con dos décadas en círculos de poder, desde que arribó al llamado Grupo Finanzas en 1999, fue quien realizó el libro blanco de la gestión de Melquiades Morales, el gobernador que entregó la estafeta al último priista en Puebla, Mario Marín Torres.
Un perfil de la revista Contralínea, de febrero de 2011, decía que “Castañón no formará parte de la administración estatal oficialmente, pero su encargo es uno de los más importantes en la estrategia de Rafael Moreno Valle de posicionarse a nivel nacional para alcanzar la presidencia de la República”. Todo se desmoronó junto con el helicóptero que se desplomó el 24 de diciembre pasado.
Terminó por desmarcarse del grupo Juan Pablo Piña Kurczyn, un priista que mutó al panismo. Fue secretario de Servicios Legales desde donde defendió jurídicamente al gobierno por el escándalo internacional del niño muerto en Chalchihuapan, fue diputado federal y terminó por romper con el grupo.
Aunque nunca tuvo una experiencia exitosa en la vida política y su paso por la gestión pública fue bastante desaseada, está el caso de Cabalán Macari Alvaro. Desde que fracasó para ser diputado federal suplente en la elección de 2015, se retiró de la escena.
Quienes participaron del proyecto transexenal de Moreno Valle y de sus ambiciones presidenciales no queda absolutamente nadie. El último fue Marcelo García Almaguer, ahora diputado independiente, dueño de su ineficacia política y abulia legislativa para defender la posición de Acción Nacional a la hora de la verdad.
En diversos momentos y circunstancias, uno a uno se han ido como los casos de Luis Maldonado Venegas, otro gurú del grupo que ahora despacha como jefe de la oficina del Secretario de Educación, Esteban Moctezuma; Ardelio Vargas Fosado, cacique regional de la sierra norte que se fue cuando lo llamaron para ser comisionado del Instituto Nacional de Migración.
Al final sólo quedaba el sucesor de Moreno Valle en el gobierno estatal, Antonio Gali a quien los alfiles del morenovallismo maltrataron por diferencias de criterio político y administrativo. Muchos de los negocios que habían hecho al amparo de ese grupo político se acabaron con la llegada de Gali al gobierno y ese gesto fue tomado como una alta traición.
Y desde Luego tampoco está más Martha Erika Alonso, la esposa que llegó a gobernadora fugaz por el deceso el 24 de diciembre. Ocho años después de aquella media mañana del 1 de febrero de 2011 cuando todos fuimos testigos del nacimiento de uno de los grupos políticos más poderosos, no quedó nada.