Incapacitados para ver más allá de sus cotos de poder, habituados a mandar en vidas y haciendas de sus subordinados (compañeros, suelen decirles), muchos de los dirigentes sindicales suelen operar como cuando el partido único protegía muchos de los intereses espurios e inconfesables, lejos del escrutinio.
Caso ejemplar el del secretario general del sindicato del Colegio de Bachilleres, Ricardo Ordaz Pérez, protegido del ex director Carlos Martínez Amador, de quien obtuvo las mayores prebendas para mantenerse como el líder charro que lo distinguió durante el periodo que duró.
El problema para este sindicalista es la miopía con la que se ha conducido desde que trabó compadrazgos con sus protegidos, muchos de los cuales lejos de asumir un papel digno de una institución educativa, han actuado como si de la peor expresión caciquil se tratara.
¿Pruebas?
La más reciente fue la intervención del presunto representante de los intereses de los trabajadores para proteger a un torvo acosador de mujeres que labora ahí, como su protegido, y en el peor de los contextos en todo el país: la condena unánime a la violencia y el acoso en contra del sector femenino.
Ya hay una denuncia ante la Fiscalía Especializada de Asuntos Jurídicos y Derechos Humanos y la Unidad de Investigación Especializada en Violencia Familiar y Delitos de Género cuyo número es NIC CDI-81/2019/UVFyDG de la que el autor de la columna posee una copia.
El historial de este sindicato debería ser motivo de estudio e investigación del nuevo gobierno pues expedientes como el que aquí se narra no es el único. En diciembre de 2018 otra entrega de la columna narró el modo en que Ordaz Pérez es cuidadoso persistente en de los sujetos que se dedican al acoso y a la intimidación.
El más reciente caso se trata de Branda ‘N’, una trabajadora del Colegio de Bachilleres que en mala hora se encontró con un sujeto de nombre Jaime ‘R’ a quien se le ubica como chofer del dirigente sindical. El sujeto fue capaz de intentar manosear a la denunciante y cuando se resistió al abuso, le despojó de las llaves de su automóvil.
Informado de lo sucedido, el dirigente decidió actuar, como ocurría en la década de los ‘70: amenazó abiertamente a la víctima del abuso con cesarla de la plaza que ocupa, o de restarle horas de trabajo, cuyo método ha funcionado en ocasiones anteriores.
“Si no retiraba la denuncia que había presentado el día 07 de enero del presente año, me iba a quedar sin trabajo (...) piénsalo”, retó el dirigente gremial a quien por cierto, se le ha visto buscar acercamiento con los aspirantes a la candidatura al gobierno del estado por el Movimiento Regeneración Nacional.
Así la vida de las féminas que en mala hora pasan por el camino, los deseos y la lascivia mirada de los acosadores que acompañan al dirigente sindical que impuso Rafael Moreno Valle desde 2011.