Los derechos humanos, según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas, son aquellos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna, interrelacionados, interdependientes e indivisibles.
Nuestra Constitución Política, andamiaje legal innovador que introdujo por primera vez en una Carta Magna en el mundo el concepto de garantías individuales, contempla, en su Capítulo I, Título Primero, todo el conjunto de derechos mínimos del que debemos gozar.
Decía el politólogo italiano Norberto Bobbio que el proceso de reconocimiento de los derechos aún está inconcluso, pues los instrumentos que los enuncian a lo largo del orbe se amplían constantemente en función de las necesidades, intereses y exigencias particulares.
En pleno siglo XXI, la movilidad ha atraído reflectores como una necesidad que el Estado debe garantizar. Entendida tradicionalmente como el libre desplazamiento en condiciones óptimas, la movilidad se relaciona directamente con diversas necesidades básicas de las personas.
Incluso la Comisión Nacional de Derechos Humanos reconoció, en 2016, que el fenómeno de la movilidad, sin ser exclusivo de las grandes ciudades, es primordial para que las personas se desarrollen en su vida cotidiana. No obstante, las condiciones desiguales de desarrollo e infraestructura a lo largo y ancho del país han dificultado que esta necesidad sea atendida a cabalidad.
Desde hace algún tiempo, hemos visto distintos intentos por plasmar en la Constitución Federal y algunas locales el derecho a la movilidad. Jalisco lo contempla en su Carta Magna. Diputados y Senadores han presentado distintas iniciativas para insertarlo en el Artículo 4° Constitucional.
Sin embargo, más allá de que una ley lo enuncie, es imprescindible aceptar que es una responsabilidad y deuda de quienes nos gobiernan atender una exigencia tan básica.
La movilidad debe contemplar un equilibrio bien diseñado entre los distintos medios que la gente utiliza para transportarse día a día. En Puebla, por ejemplo, los viajes al trabajo se realizan aproximadamente un 32 por ciento caminando, 38 por ciento en Transporte público, 17 por ciento en Vehículo particular, 4 por ciento en Transporte privado, y 9 por ciento en bicicleta. A la escuela, 63 por ciento caminando, 26 por ciento en Transporte público, 8 por ciento en Vehículo particular, 1 por ciento en Transporte escolar, y 2 por ciento en bicicleta.
A pesar de ello, la infraestructura poblana favorece por un muy amplio margen el uso del automóvil privado, modelo de planeación errado, pues en los últimos 10 años se ha destinado más dinero a puentes, distribuidores viales y ampliación de la capacidad vial, atascando a la ciudad de autos.
Se estimó que existen aproximadamente 227 autos por cada mil habitantes. Con ello, la velocidad promedio en el Municipio de Puebla en Hora Pico es de 19.40km/h, lo que nos manda al lugar 26 del Ranking Nacional entre las 31 capitales de país. Esto provoca ineficiencias que pueden costar más de 5 mil millones de pesos al año.
Buscar otras alternativas es la solución. Recientemente, el experto en movilidad urbana Mikael Colville-Andersen, aseguró que os gobiernos deben incluir dentro de sus políticas públicas, inversiones para generar carriles exclusivos para los usuarios de estos vehículos no motorizados.
Pero el camino es errado cuando las obras se hacen sólo por lucir en fotografía. Sobre la infraestructura ciclista en Puebla, Covlille comentó que es uno de los errores más graves del urbanismo, porque aparte de no ser funcional, resulta peligrosa, afecta la movilidad y genera contaminación visual por ubicarla en medio de calles.
¿En verdad debemos seguir aguantando obra pública ineficiente, ineficaz y que no garantiza el derecho a movernos óptimamente? Existe un gran número de obras de infraestructura que, por lo que se ha evidenciado, no tienen mayor mérito salvo beneficiar a unos pocos autos particulares, aun cuando las necesidades de la población exigen algo distinto.
No podemos sostener la misma lógica hacia lo venidero. No queremos más puentes viales. No necesitamos súper vías. Ante el terrible deterioro ambiental que sufrimos, requerimos buen transporte público, infraestructura peatonal que nos permita transitar por las calles sin temor a ser atropellados. Que alguien le diga a Claudia Rivera, desgastada presidenta municipal de la capital poblana, que es en ello en lo que se debe poner a trabajar… ¿puede?