Se escucha con reiteración el dicho que apunta que “los números no mienten”; sin embargo, perfectamente la presentación de resultados se puede amoldar en cifras que se vuelven nudo de discusión sobre la veracidad de las mismas, en conveniente acomodo hacia la defensa de buenos resultados de gobierno o hacia la denostación sobre lamentables condiciones en el país.

¿Lo preocupante? que no tan solo acudimos ya a la defensa a ultranza de que el gobierno federal, encarnado en Andrés Manuel López Obrador cuenta con otros datos, sino que se está presenciando la extinción de la medición y la cuantificación de los resultados de la política pública bajo el enunciado argumento vertido en el contexto del Informe: se acabó la economía tecnocrática, basada en indicadores y resultados, pues la economía social y moral es prioritaria.

Bastaría con lo observado y experimentado en una vivencia que tiene a los mexicanos felices, felices, felices. Se preponderaría en lo sucesivo la percepción sobre la medición científica. Pero en la práctica confunde cuando se silencia con desdén lo que incomoda, y se ensalza con júbilo lo que enaltece.

El Primer Informe de Gobierno encumbra la existencia de la tasa inflacionaria más baja desde 2016. Se asegura que las remesas son la fuente de ingreso principal para el estado mexicano y que lejos de impedir la emigración, hay que fomentar y aplaudir a esos mexicanos que, al no encontrar oportunidades en el país, salieron para mandar dinero a sus familias trabajando desde el extranjero.

En materia de seguridad, hace mención de la desaparición del Estado Mayor Presidencial, así como la creación de la Guardia Nacional, mando único coordinado en materia de seguridad pública. A nivel social, afirma que se terminaron las entregas condicionadas y clientelares de recursos que entrega el gobierno para volverlos apoyos directos.

En papel y discurso, se escuchó maravilloso. La realidad, es cuestionable cuando vamos a los tan satanizados datos. Durante los primeros 7 meses del 2019, se reportaron 826 homicidios intencionales más en comparación con el mismo periodo del año anterior. Se reportaron 8 feminicidios por cada 100 mil habitantes, siendo Puebla una de las entidades más afectadas, con una Alerta de Género activada.

En el mismo periodo, se presentaron casi 6 mil robos con violencia más que el año anterior. Además, desde 2014 no ha sesionado el Sistema Nacional de Atención a Víctimas y el debilitamiento sistemático de las instituciones civiles no se ha hecho esperar.

En cuanto a la economía, el Banco de México ha recortado periódica y paulatinamente las expectativas de crecimiento de la nación. De 1.8% estimado al inicio de año, la tasa de crecimiento se estima en 0.02% actualmente.

Los programas sociales, que se han vuelto transferencias ineficientes otorgadas mediante censos propios del gobierno federal, por personas con vestimenta propagandística denominadas “Servidores de la Nación”, no han avanzado a más del 30% por la incapacidad de crear padrones confiables de beneficiarios lo cual, irónicamente fomenta con brío la corrupción.

La gobernabilidad democrática también se ha visto sistemáticamente menguada. Los organismos constitucionales autónomos han sido blanco continuo. A principios de año, el INE y el INAI tuvieron que promover controversias constitucionales para impedir la reducción de presupuesto. El INEE, encargado de los indicadores de la educación en México, desapareció. El INEGI, la CRE, la CNH y demás reguladores, están cooptados por conducción a modo.

Puebla, por su parte, no se hace ajena a esta dinámica. La percepción medible sobre inseguridad y de violencia, los feminicidios y el pobre crecimiento, han mantenido una línea de flotación constante y parecería que dichos problemas no han llegado a una funesta crisis, sólo porque se trata del sexto estado más beneficiado con transferencias directas de la Federación.

Sin embargo, una cosa es muy cierta, a pesar de la presentación detallada de medidores, estadísticas, encuestas, proyecciones y científicos instrumentos de votación, en el 2018, el buen pueblo mexicano tuvo otros datos. Hace poco más de 14 meses, acudió a las urnas lleno de rabia, ira, impotencia y desencanto, decididos a castigar a élites políticas corruptas e insensibles que se olvidaron que el país y los bienes de la nación no eran de su propiedad ni parte de su patrimonio. Escándalos como el de la Casa Blanca o la de Malinalco; impresentables funcionarios y criminales gobernadores permitieron que el sentir se sobrepusiera al razonar.

Fue así como llegó Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia. Fue una razón por la cual MORENA tiene mayoría absoluta en la Cámara de Diputados; mayoría en el Senado; mayoría en 20 Congresos Locales, 7 gubernaturas y poco más de 330 municipios.

¿Hasta a donde se sostiene esta dinámica? ¿Cómo se mide sin caer en falacias el contento o descontento del poblano y del mexicano? ¿Cómo se sabe que se está dando resultados? ¿Cómo se puede asegurar que la gente que se beneficia es la correcta? Aún cuando se siga repitiendo como tarabilla que vamos bien y que el camino es el adecuado, no quitemos la conciencia de la realidad que nos rodea….objetividad sobre percepción y certeza sobre otrodatismo para seguir en el trayecto.