Lo que nos han enseñado los estudiosos de la ciencia es que no entendemos nada de lo que somos, por qué somos, para qué somos. Yo no sé qué onda con mis recuerdos o con la emoción de imaginar a mi vecina a la orilla del mar, descubriendo el origen de la partícula de Higgs. Llevamos más de dos mil años creyéndoles todo, sin cuestionar nada, ¿resultado?: estamos enjaulados, con miedo, con hambre y sin saber qué va a suceder mañana.

La vida misma nos ha mostrado sin tapujos la realidad de nuestra penosa existencia, un rebaño de ovejas sometidas por unos cuantos lobos que, ahora viven más asustados que al rebaño que han sometido por años; desde luego que esto no es ningún consuelo, porque a partir de ya, tendremos que reaprender todo, lo cual será un tanto más difícil, porque tendremos que empezar por reconocer que nuestra obtusa soberbia nos hace creer que ¡yo y sólo yo¡ tiene la razón y el conocimiento de la verdad. Obviamente, bajo esta premisa aprendida a lo largo de nuestra existencia, volveremos a crear rebaños de ovejas y corpúsculos de lobos que mangonearán todo de nuevo.

Pienso, que lo único que puede romper ese pinchurriento paradigma, es tratar a tu semejante como a ti te gustaría que te trataran (dicho por alguien, hace más de dos mil años).