El perredismo tribal se enquistó en la criatura que dio la mayoría de autoridades electas en Puebla, desde el gobernador hasta los ediles de la zona metropolitana de Puebla.

Por eso tiene sentido el juicio de Miguel Barbosa Huerta, el mandatario que ayer en su conferencia de prensa mañanera hizo el juicio más demoledor y eso incluye a detractores de la Cuarta Transformación.

Morena tuvo que haberse consolidado institucionalmente para haber sido un partido en el poder a nivel nacional y a nivel estatal y no lo hizo. No incide en la conformación de los hechos políticos como tales, es lamentable que un gran movimiento, de un partido que llevó al triunfo a nosotros, por sus luchas internas no haya tenido una consolidación”, dijo sin cortapisas, dobleces ni argucias declarativas.

Se refería a los pleitos protagonizados por los afines de Yeidckol Polevnsky y Alfonso Ramírez Cuéllar en el plano nacional y a los locales, que se cuentan también con los dedos de una mano.

Al más prominente activo de ese nuevo partido político le tomó 30 segundos hacer la definición más precisa y cruenta de quién encabezó la coalición Juntos Haremos Historia. En buen español: son nada, le faltó subrayar.

Babosa que se curtió en agrios debates entre tribus perredistas en las plenarias de sus consejos y plenos, conoce los males que ahora anidan en el partido que curiosamente proscribe desde sus estatutos la existencia de corrientes y que sin embargo, viven actuantes.

Los representantes formales de Morena en Puebla obedecen, en su mayoría, a los intereses de la presidenta municipal, Claudia Rivera, de la cantera de ese instituto pero declarada adversaria del propio inquilino de Casa Aguayo.

 

En la desmesura del nuevo contexto político no ha habido de Morena una sola defensa del titular del ejecutivo, frente al ataque pertinaz de la oposición encabezada por el Partido Acción Nacional y otros actores que desde el anonimato buscan todos los días descarrilar a la Cuarta Transformación a la poblana.

En política los silencios dicen mucho y lo que ha sucedido desde que Gabriel Biestro Medinilla dejó la presidencia de ese partido para asumir la diputación local ha sido el vacío frente al acoso de un número notable y poderoso de opositores a Barbosa.

Lo que naturaleza no da, dice un viejo proverbio. Aplica con un puñado de militantes de Morena enquistados en la burocracia partidista que este año sin elecciones alcanzó prerrogativas por unos 70 millones de pesos.
No sólo han sido omisos en la defensa de un proyecto que abrazaron con Andrés Manuel López Obrador, sino que han vulnerado uno de los principios fundacionales del obradorismo: no robar.

O cómo se le llama sin eufemismos al escándalo protagonizado por la ex encargada de finanzas, Isabel Lugo Chávez, gente de la edil capitalina, recién echada del cargo y sustituida por Joel Frías Zea.

En esa lista de ausentes están Mario Bracamonte, Carlos Evangelista, Edgar Garmendia y hasta un timorato Rodrigo Abdala, cuya capacidad de articulación es menor, básica y elemental.

 

Morena irá camino a la extinción y con ello el desdibujamiento de un movimiento que abrazó la idea de corregir males históricos del pasado, a menos que corrijan errores del presente. Ya veremos.