Hace algunas semanas el ex gobernador de Puebla, Melquiades Morales Flores recibió la propuesta de ser candidato a la presidencia municipal de la capital de Puebla. Fue en su domicilio particular en el fraccionamiento Las Fuentes, una réplica de Casa Puebla, de donde salió un sábado 31 de diciembre de 2005, hace quince años.
En la oficina que alberga cientos de miles de títulos de libros, el activo más añorado por quienes aún asumen como oferta viable al priismo de la primera mitad de la década del 2000 escuchó la propuesta en voz de Néstor Camarillo, recién designado dirigente en Puebla.
Con sus 78 años de vida, voz pausada, celebró la propuesta y declinó como ha sido en los últimos años con una salida característica de su olfato de viejo lobo en la arena política: ya soy un cartucho muy quemado, dijo modesto y firme.
Testigos mudos de la oferta y rechazo para volver a hacer campaña, las fotografías de sus hijos, incluyendo a Fernando Morales, el dirigente del Movimiento Ciudadano, que lucen en su amplia oficina, desde donde planea regresar a la academia, como profesor de la Facultad de Derecho en la BUAP.
Camarillo salió de la casona de Las Fuentes con la negativa en las manos y un conjunto de consejos cuando horas antes, el dirigente del CEN del PRI, Alejandro Moreno aplicó un madruguete propio de la era más cuaternaria del tricolor para revivir la figura del tapado y sin proceso electivo ni democracia partidaria, lo nombró para para dirigir ese partido.
El olfato de viejo estratega de Melquiades Morales había advertido lo que ahora vemos en la escena: una desbandada de algunos de los cuadros con más trayectoria en la vida política de Puebla.
Las renuncias a su militancia de parte de Adela Cerezo Bautista, quien ha sido delegada especial del CEN priista, legisladora federal y funcionaria; Germán Sierra Sánchez, ex senador de la República y precandidato al gobierno de Puebla; y Juan Manuel Vega Rayet, ex titular de Desarrollo Social, diputado federal y dirigente priista son el síntoma que anida en el PRI.
Néstor Camarillo debió conformarse con el fichaje de una suerte de ‘mirrey’ de la política como Jonathan Collantes, ex presidente municipal de Tlachichuca que se hizo diputado local por el partido Nueva Alianza de la mano de otro personaje del mismo perfil, Gerardo Islas Maldonado.
No es la única mácula en su trayectoria pública, pues cuando todos ellos quedaron huérfanos políticos con la tragedia del 24 de diciembre de 2018 decidió declararse diputado ‘sin partido’ e ir tras la aventura de otro impresentable como Marcelo García Almaguer, ex vocero del régimen panista y autor de las campañas negras en contra de los adversarios del régimen.
En la presentación del ‘priista’ Collantes en el vetusto edificio de la calle 5 Poniente en el Centro Histórico el nuevo dirigente político habló de ‘frivolidad de quienes intentan arrebatar espacios a través las amenazas y golpeteos políticos’ mientras un impecable legislador de Nueva Alianza primero, y seguidor de García Almaguer después, daba fe de esa ‘convicción revolucionaria’.
El reacomodo de fuerzas políticas en el interior el Congreso local con la suma de Collantes lo convertirá en un interlocutor natural de la fuerza parlamentaria dominante, encabezada por Gabriel Biestro Medinilla del Movimiento Regeneración Nacional, pero parece una victoria pírrica.
Extramuros del palacio legislativo se gesta una tormenta política de mayores proporciones. Los tres cuadros que renunciaron darán este lunes una conferencia a las 13:00 horas para fijar una posición mientras el dirigente cuestionado insiste en la lealtad como dogma partidaria.
La escisión que vive el Revolucionario Institucional parece una repetición del pasado, cuando en la década de los ‘80 un grupo de viejos priistas decidió fundar un movimiento llamado la ‘Corriente crítica’.
Ahí convergieron líderes de la oposición que gozan de la más sólida reputación y estatura política: Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Ifigenia Martínez, Porfirio Muñoz Ledo y Rodolfo González Guevara.
La historia, cuando es ignorada suele repetirse dice la vieja conseja y hoy parece aplicar, redonda y precisa. Pobre priismo militante, tan lejano a los ideales fundacionales y tan cercano a una alianza con Acción Nacional.