Vuelven a la carga los animalistas con un absurdo que ya habían enarbolado antes. Proponen eliminar del lenguaje las frases del habla popular que afecten a mamíferos, aves y reptiles. Me explico: a partir de ahora, ustedes y yo cometeremos brutal incorrección llamando asno al tipo que todo lo hace mal y diciendo que es un burro el que comete una tontería. Será una falta de delicadeza tremenda nombrar víbora a esa cobra real que nos inocula el veneno de su intriga. Decir que una fulanita aficionadísima al mambo y al malambo, es más puta que una gallina, se considerará falta gravísima; conmueve hasta el tuétano pensar lo que sentirán las emplumadas decentes incluidas en semejante generalización. Olviden de inmediato nombrar borregada a los grupos humanos que inducidos aclaman a un político, al que, desde luego, ya no será posible llamar rata, hiena o buitre. Cuando algo tenga apariencia de ser fino, queda prohibido decir que da el gatazo, ofensa inaceptable para aquellos gatos que pulen su buen gusto. Asimismo, después de haber engullido ocho tacos y dos refrescos, es grosería manifiesta contra los porcinos, exclamar: he comido como un cerdo.
Qué quieren que les diga, corren tiempos de represión lingüística y pretenden meternos con calzador un habla que no es propia del español tan dado a las metáforas. En este sentido, la tauromaquia ha aportado muchas frases y expresiones metafóricas que las personas usan a diario sin importarles el origen. La lengua es un buen flanco para seguir atacando a la tradición taurina que se quiere borrar por completo. Sospecho que por ahí va el asunto. O sea, decir que alguien debe “tomar al toro por los cuernos” no será política ni socialmente correcto, “mejor di” -sugieren- “tomar la flor por las espinas”, pero es que las rosas también son seres vivos y a ellas no las defiende nadie. Flagrante falta de tacto manifestar lo de que “no es lo mismo ver los toros desde la barrera”. Además, aquello de “echar un capote” para referirse a una ayuda o un favor, no deberá enunciarse porque puede herir la susceptibilidad de un toro que ande por ahí y lo escuche. Vedado recurrir a la frase hecha de “aguantar vara”, ya que hace alusión a la bravura de un bovino recargando en la suerte de puyas. Jamás de los jamases declarar que algo ha acontecido “a toro pasado”, para valorar la actuación de alguien que ha hecho algo sin exponerse a las consecuencias.
Ante tanto afán de pureza, me asusta que se les pueda ocurrir la eliminación de los apodos de toreros que nombran un animal: Gallitos, Lagartijos, Conejos, Lobos y Palomos; al igual que los epítetos, Antonio corazón de león, el ave de las tempestades, el león de Tetela, impedidos por impropios.
Madre mía, urge evitar el lenguaje anti-animal. Otro cambio que apuntan, por ejemplo, es que la expresión “matar dos pájaros de un tiro”, sea suplantada por “alimentar dos pájaros con un bolillo”, me tiro al suelo de la risa nada más de imaginarme diciendo eso. La pregunta es inevitable: ¿qué pasará cuando los panaderos se sientan discriminados porque los animalistas emplean el vocativo del santo producto para engordar a tordos y gorriones?
A veces me cuestiono si tamaño despropósito es el gran cachondeo o monumentales estupideces son generadas con toda la seriedad del mundo. Buenos estamos para sutilezas. Ustedes perdonen, una vez más me niego a sumarme a la manada, ¡gulp!, ofrezco disculpas por la incorrección.
Mi repugnante afición a los toros y mi insana veneración a la lengua de Cervantes me tienen acorralado ante la demagogia absurda. Conciban ustedes lo que será hablar con corrección. Pobre lengua española. No quedará casi nada de ella después de eliminar del habla cotidiana, las expresiones metafóricas que conlleven antecedentes taurinos. Sumen que para muchos es deber ineludible el emplear el lenguaje inclusivo. Agreguen, que debemos tener el cuidado de utilizar eufemismos, en vez de palabras que encierren cierta crudeza, ¿por qué decir zorra a quien se le puede llamar mujer de moral distraída?, basta de herir las susceptibilidades de las hembras de los cánidos que ya tienen suficiente con huir de los sabuesos.
Ante alardes tan absurdos, aficionados a los toros y animalistas, todos juntos, para no errar y en busca de un lenguaje diáfano, apocado y neutro, acabaremos emitiendo gruñidos como en la época de las cavernas.