Nos educan en la creencia de que el futuro siempre será mejor. Cada medianoche del último día de diciembre, auguramos que el año que va a comenzar es el bueno, descorchamos botellas, hay quienes comen doce uvas, se abrazan deseando felicidades y algunas individuas se ponen lencería roja o amarilla, ignorando que la buena suerte, no para la que lleva las prendas, sino para el que las ve, está en los encajes de color negro. Otros, confían en el dicho que proclama lo de “año de nones, año de dones, año de pares año de males”, con lo que ellos mismos se dan un golpe seco condenándose a vivir la mitad de su existencia en el ámbito del pesimismo. Sea como fuere, es ingenuo pensar que al final de un día específicamente señalado, las cosas van a cambiar para bien en automático.
El 2020 es el ciclo en el que la tauromaquia recibió los cates más duros de su historia. A la insistencia de los animalistas para que se prohíban las corridas de toros, se suma una pandemia que obligó a suspender, casi en su totalidad, los festejos taurinos. Por la parte del que este artículo firma, no sabe lo que va a pasar ni cómo vendrán las cosas para el toreo. De lo que sí está seguro el firmante, es que durante el 2021 alentará su amor por la tauromaquia, por la literatura y por el campo.
El devenir se realiza entre altas y bajas. Se ganan y se pierden cosas. Si, ahora, la situación está a la baja para el toreo, seguramente con el tiempo ganará unas y perderá otras. Por ejemplo, sin que nadie lo esperara, la década de los ochenta del siglo pasado fue un tiempo de bonanza para la tauromaquia. Tuvo un impulso que la llevó hasta el auge. Desde entonces, se tornó más culta, sofisticada y exquisita; bien plantada en la ética y la estética, empezó a tener más pozo que nunca.
Durante los años ochenta se dieron circunstancias particulares que la promovieron. Empezaba la década y, repentinamente, una sola tarde marcó el cambió. “La Corrida del Siglo” volvió a situar al toro como el protagonista principal en la arena. Fue el uno de junio de 1982. El encierro de Victorino Martín marcó aún más la línea divisoria entre las ganaderías que se dedican a la crianza de toros verdaderamente bravos, de las que crían embutidos para fomentar el toreo “bonito”. Con la fase torista de las ferias volvió la emoción a la fiesta y tres espadas devolvieron el sentido mítico a los hombres que se visten de luces: Francisco Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá y José Luis Palomar despacharon la media docena de victorinos, mostrando el catálogo completo de la torería suprema. En el ayuno taurino que vivimos, el ver en Youtube “La Corrida del Siglo” me asombra y me reconforta cada vez más. Un rito tan espectacular y luminoso no puede acabarse nunca, me digo.
Al darle a la tecla para esta primera entrega del año 2021, me pregunto: ¿qué se dirá de la tauromaquia después de los años pandémicos? Quisiera saber a qué atenerme. Aunque creo que habrá modificaciones muy importantes a la lidia, el toreo no se acabará y tendrá un nuevo auge, por más que las hogueras inquisitorias de los animalistas ardan en rojas y largas llamaradas. Una de mis más firmes certezas es que el tiempo siempre termina poniendo las cosas en su sitio. ¿Sí? Bueno, casi siempre.