No sé si recuerden la escena de la película El gladiador, caracterizado por Rusell Crowe, en la que éste va a pelear contra César, Joaquín Phoenix, y, previó a la lucha, el monarca visita al guerrero encadenado. Al darle un abrazo le clava un punzón en el costado, mientras le dice: “Sonríeme hermano”. Luego, el emperador pide a al jefe de su guardia pretoriana que ponga la coraza al luchador y que oculte bien la herida. Pues, déjenme decirles que felonías semejantes se cometen casi todas las tardes de corrida. Máximo Décimo Meridio, que vendría a ser el torito, es vejado antes y durante su enfrentamiento contra Cómodo, o sea, el césar de coleta y vestido de luces.
Antes de saltar a la arena, al bovino de lidia se le han hecho dos vilezas; enviarlo a la lucha siendo un eral engordado y al que en la publicidad anuncian, ¡claro!, como soberbio y magnífico toro; se imaginan, es como poner a pelear a un adolescente de doce años contra Saúl Álvarez El Canelo. La otra alevosía, es lo del serrucho y el limatón, para mandar al carajo los incómodos pitones. Un toro al que se le han las puntas de los cuernos entra al ruedo sabiéndose ultrajado. Se siente vencido desde el toril. Por si faltara, debemos sumar que muchos ganaderos -no sé por qué crían toros, si parece que los odian- prefieren desechar lo bravo y criar lo bobo, y así contar con la preferencia de las figuras. Si sus animales son unos zoquetes y, además, están débiles, mucho mejor; entonces, han asegurado carteles en las ferias y plazas más importantes de nuestro país. A esos mentecatos blandengues publicados en los carteles como toros, todavía se les castiga con la puya leona y por si faltara una deslealtad más, los toreros no cargan la suerte echando el pie de salida para adelante, sino que lo ponen atrás, para darle largueza al pase, dicen los muy cachondos.
Si no favorecemos al toro de lidia, cada vez será más difícil preservar las corridas. Por ello, lo que este fin de semana está aconteciendo en Zacatecas es para celebrar. Los ganaderos de Boquilla del Carmen, Jaral de Peñas, Los Encinos, Marrón y Montecristo, han organizado un serial de festejos con el objetivo de poner en práctica nuevos instrumentos para la lidia.
Las adecuaciones técnicas son cuatro: que tanto la divisa, como las banderillas ya no llevan arponcillos para clavarse en el toro, sino punzones menos agresivos. Además, el tamaño de la puya ha sido reducido de modo considerable y conjuntamente, una espada que es mucho más efectiva. De este modo, se logrará un rendimiento mejor de los cornúpetas, los que a lo largo de varias décadas han sido castigados con saña.
Esas adecuaciones a los instrumentos de torear, inventadas por el matador Manolo Sales y el veterinario Julio Fernández, le devolverán el protagonismo al toro, que toreros sinvergüenzas y compinches asociados, llámense apoderados, ganaderos y empresarios, le han quitado desde hace varias décadas. Ha llegado el tiempo de modernizar los avíos para favorecer al pobre toro durante la lidia. Es que hemos recordado que el toro es el protagonista y el regalador de gloria.
Veo a los fariseos de la ortodoxia rasgándose las vestiduras y prefiriendo que se pierda el invaluable patrimonio que es la tauromaquia, a ceder un poquito en aras de la modernidad.
Arránquense de largo, échense encima del cambio y a mí que me sirvan el mezcal aparte. Aplaudo estas pruebas y pliego porque estas adecuaciones se conviertan en cambios reglamentados. Mientras el toreo evolucione para sobrevivir, que se hunda el templo con todos los fariseos adentro.