La Organización Meteorológica Mundial (OMM), estima que 5000 millones de personas no tendrán acceso a agua potable para 2050, esto es equivalente a más de la mitad de la población proyectada y una cifra superior a los 3 mil 600 millones de personas que estuvieron en riesgo en 2018 (Hinatea Chatal, Meteored Francia 2021).

En los últimos diez años las pérdidas económicas mundiales por el cambio climático han alcanzado 200 mil millones de dólares anuales (MMD), contra solo 50 mil millones en la década de los años 80, de acuerdo con estudios del Banco Mundial (Karla Gallardo, Excélsior 2018).                                                

Mientras, el Producto Interno Bruto (PIB) mundial se ha incrementado un 3.4 por ciento anual en promedio durante los últimos 50 años, el costo de los desastres derivados de eventos climáticos extremos como inundaciones, huracanes, heladas, granizadas y sequías, creció más del doble, en promedio un 7.4 por ciento anual.

Actualmente 400 millones de personas viven bajo condiciones de sequía extrema y, lo que se considera tierra muy seca, pasó del 15 al 38 por ciento entre 1970 y el 2011. Así, las áreas no aptas para la siembra de maíz se incrementarán sustancialmente entre 2010 y 2025, señalan estudios de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación /FAO).

Desde este domingo 31 de octubre y hasta el 12 de noviembre 2021, se desarrollará en Glasgow, Escocia, la Conferencia de las Partes de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP) 26. Es una gran oportunidad de encontrar soluciones, aunque por los resultados de las previas, se consideran reuniones de poco impacto, cuando “la situación es mucho peor de lo que usted cree”, como señala David Wallace-Wells, 2019, en su libro La tierra Inhabitable.

La COP26 se anunció como un evento sostenible que compensará las emisiones de carbono en todas las actividades de los participantes. Los objetivos de la reunión son:  asegurar emisiones 0 de carbono para 2050 y mantener bajo control 1.5°C en la temperatura de la tierra; adaptarse, proteger comunidades y hábitats naturales; concretar una movilización financiera para logar los objetivos y lograr el compromiso anhelado de trabajo conjunto entre los países.

De acuerdo con Martha Llanos, en MeteoRed 2021, para alcanzar los objetivos de frenar el cambio climático se requieren 100 mil millones de dólares que deben aportar los países más desarrollados y más contaminantes

En 2019 tuvimos conocimiento del mayor desprendimiento de un iceberg de la Antártida equivalente al doble del tamaño de la Isla de Malta, Italia. Hemos visto incrementarse notablemente los incendios forestales que han afectado a grandes regiones del mundo, huracanes devastadores, sequías, inundaciones, granizadas, tornados y heladas. 

Estudios científicos señalan que 2037 es el límite para hacer algo y salvar al planeta de una destrucción irreversible, principalmente en el ámbito ambiental donde el aumento de la temperatura ha provocado un incremento en la frecuencia e intensidad de los desastres naturales.

Además del COVID19, la pobreza, el hambre y la inseguridad pública, los espectros del medio ambiente que amenazan a la humanidad en el siglo XXI, son el calentamiento global, la destrucción de bosques tropicales, la desertificación, la excesiva pesca oceánica y la escasez de agua que ocupa el primer en la lista, especialmente en los países en desarrollo (Montaigne,2002)

Por todo lo anterior, en México hace falta un verdadero liderazgo que promueva la unidad nacional, que recupere la planeación e impulse políticas públicas, económicas, educativas, energéticas, ambientales, productivas e hídricas, para mitigar y revertir el calentamiento mundial que amenaza a la humanidad.

Es urgente acelerar la adopción de energías limpias no contaminantes, bosques y reforestación productiva, incorporar la problemática del cambio climático a los contenidos educativos, hacer un manejo y aprovechamiento racional del agua, recuperar el suelo, la vegetación y la fauna, apoyar la agricultura sostenible, orgánica, protegida y de conservación. Apoyar la mecanización de procesos como la cosecha de la caña de azúcar para eliminar la quema, tecnificación del riego, tratamiento y reúso de aguas residuales y recarga natural o artificial de acuíferos.

Proyectos de paneles solares, eólicos, geotérmicos, energía de olas del mar, energía hidráulica, biocombustibles; etanol, biodiesel, carbón y pellets de bambú, son proyectos regionales que debieran formar parte importante del desarrollo nacional, con o sin apoyo de recursos públicos.

Pero nada de esto podrá ocurrir, si no hay conocimiento de la problemática, voluntad política de los gobernantes y si no hay formación de los recursos humanos que hagan posible contar con los líderes preparados para enfrentar la nueva realidad ambiental y socioeconómica.