"¡Silencio! Los caporales están durmiendo. Los toros, los toros en los corrales andan inquieto".

Cuando leí que se habían prohibido las corridas de toros en Sinaloa, me acordé de Lola Beltrán y de aquel chiquillo que estaba dispuesto a ofrecer su vida como precio para torear un toro.

"Si Sinaloa no es un estado taurino, ¿a quién le importan la prohibición?", me dijo un amigo.

Lola Beltrán nació en Rosario, Sinaloa. Estudió para secretaria y se fue a Mazatlán a ganarse la vida.

Ahí conoció y se casó con José Ramón Tirado "El tiburón de Sinaloa". Tirado fue un torero valiente, que rayaba en el tremendismo. Lo apoderó Rafael Sánchez "El Pipo", quién lo llevó a España en 1956.

Se presentó como novillero en Barcelona y fue tal el impacto que causó en el público catalán, que lo repitieron ocho tardes en el transcurso de la temporada.

El 8 de julio lo anunciaron en Madrid para que protagonizara una de las actuaciones más arrolladores que se recuerden de un novillero: En el breve plazo de una semana, hizo tres paseíllos en la plaza de las Ventas y cortó cuatro orejas.

Ese tipo de triunfos le permitieron torear cuarenta y dos novilladas en España. Tomó la alternativa en Mérida, provincia de Badajoz el día de la hispanidad (12 de octubre de 1956) en un cartel de tronío: su padrino fue Miguel Baez "Litri", y Antonio Ordoñez el testigo.

Lola Beltrán se separó de José Ramón Tirado, pero no abandonó el ambiente taurino. Se casó por segundas nupcias con Alfredo Leal "El príncipe del toreo".

Una de sus canciones más emblemáticas es "Huapango torero", compuesta por Tomás Méndez, una lírica que explica la vocación de un torero. El llamado es tan fuerte que un niño está dispuesto a ofrendar su vida a cambio de perseguir un sueño.

Sinaloa no sólo es la tierra de Lola Beltrán y de José Ramón Tirado, ahí también se formó, hace 30 años, el grupo de los Forcados de Mazatlán, donde destacan los hermanos René y Carlos Tirado.

Sinaloa representa al mundo rural, ese al que ahora quieren destruir los animalistas urbanos, y es una muestra que los seremos humanos somos omnívoro, es decir, en nuestra dieta se incluye plantas y animales.

A Sinaloa se le llama el granero de México porque cuenta con más de 800 mil hectáreas donde se cultiva gran variedad de granos, hortalizas y frutas. Es también uno de los principales productores de proteína animal (res, cerdo, pollo, pescado y camarón).

SuKarne, empresa de Culiacán, cuenta con más de 1 millón 600 mil cabezas de ganado procesado. Para ponerlo en perspectiva: en un día SuKarne sacrifica más reses que las que matarán todos los toreros mexicanos en activo en su vida.

¿No les parece una hipocresía que sea en Sinaloa donde se prohíben las corridas de toros? ¿Qué sigue? ¿Intentaran volver veganos a los "culichis"?

Valdría la pena recordarle a los sinaloenses que, por no ser taurinos, guardaron silencio ante la prohibición, el poema que rezaba Martín Niemöller en su lucha contra los nazis:

Cuando vinieron a buscar a los comunistas,

guardé silencio,

porque yo no era comunista.

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,

guardé silencio,

porque yo no era socialdemócrata.

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,

no protesté,

porque yo no era sindicalista.

Cuando vinieron a por los judíos,

no pronuncié palabra,

porque yo no era judío.

Cuando finalmente vinieron a por mí,

no había nadie más que pudiera protestar.

Por lo pronto, como cantaba Lola Beltrán, no nos queda más que decir: "¡Silencio! Los caporales están llorando".