De espaldas a ellos, los representantes del Pueblo, en el recinto legislativo más importante del país, las y los periodistas dieron un claro y fuerte mensaje: Nos queremos vivos.

Pero los oídos de las y los diputados que se identifican con Andrés Manuel López Obrador y la 4T no fueron capaces de guardar silencio y voltear a ver a quienes les reclamaban su falta de solidaridad ante las agresiones contra el gremio periodístico.

No sorprende.

Para Morena los medios y los periodistas son parte de ese grupo de privilegiados que mienten, son resultado del neoliberalismo y por lo tanto, son “el enemigo”.

Claro está que esos mismos periodistas y medios no son “el enemigo” cuando se trata de “resaltar” alguna iniciativa de las miles que se archivan en San Lázaro.

Tampoco lo son cuando llaman para solicitar que la foto en donde salieron haciendo muecas, dormidos o mal mirando a sus compañeros sean excluidas en las publicaciones.

Está claro, los diputados no son amigos de los periodistas pero tampoco somos enemigos. El Poder Legislativo requiere y necesita a los medios.

Y el problema de fondo no son los morenistas en San Lázaro, comandados por el poblano Ignacio Mier, sino que reflejan su falta de empatía por todo: por la falta de medicamentos para niños con cáncer, por el desabasto en las clínicas y hospitales, por el pésimo manejo de la pandemia que dispara las muertes y ahora hasta por las agresiones al gremio.

Las descalificaciones diarias a la prensa, desde la mañanera, laceran día con día uno de los pilares de la democracia: la libertad de expresión.

Y nuestros representantes, porque eso son aunque se les olvide, simplemente prefieren seguir doblegados y atendiendo los intereses de un amo antes que reconocer que están matando a nuestro país.

¿Pues no que eran diferentes?

El cambio que no llega con AMLO

La promesa del presidente Andrés Manuel de generar un verdadero cambio en el gobierno de México, acabando con la corrupción y la burocracia dorada no se ha cumplido ni hay avisos de que se vaya a concretar.

Ayer, durante la presentación del cuaderno de investigación La 4T bajo la lupa en la Universidad Iberoamericana de Puebla, la radiografía del gobierno de López Obrador fue demoledora.

Con datos duros quedó demostrado que la inseguridad, los feminicidios, las masacres y el asesinato de periodistas, durante los primeros tres años de AMLO, son tantos como los que se registraron en sexenios enteros.

López Obrador no sólo nos miente a los mexicanos cuando asegura que es honesto y que en su gobierno no caben los corruptos, también lo hace cuando niega que las masacres continúan, que el poder hoy se concentra en el Ejército y que la ineptitud de muchos de sus secretarios cuesta vidas.

En síntesis, a la mitad del camino –y a diferencia de lo que el presidente presume en su libro- el saldo es peor que el que dejaron sus antecesores… y eso ya es mucho decir.