“Siento que estoy cayendo hacia un futuro desconocido que conlleva un gran peligro”. Esta fue una de las muchas frases que la inteligencia artificial LaMDA, Modelo de Lenguaje para Aplicaciones de Diálogo, por sus siglas en inglés, soltó con el empleado de Google, Blake Lemoine.
Lemoine, ingeniero en el programa de desarrollo de inteligencia artificial de Alphabet, empresa matriz de Google, sacudió las redes desde hace una semana con un puñado de actualizaciones en su blog personal.
Lo primero es saber que LaMDA es, de manera muy cruda, el proyecto de chatbot de Google basado en inteligencia artificial.
Chatbot es el nombre de cualquier aplicación informática que “le conteste”. Usted puede ya haber interactuado con algunas versiones muy primitivas de ellos, como chatbots de dependencias de gobierno o de alguna empresa. Inteligencia artificial, comúnmente abreviado IA, o AI en inglés, es el concepto de desarrollar sistemas o máquinas que repliquen inteligencia humana para resolver problemas.
La ciencia detrás de todo esto es retadora, pero Google sorprendió al mundo en mayo del año pasado con la última versión de su proyecto y el anuncio de colocarlo en todos sus productos, desde su ubicuo buscador hasta sus asistentes de voz.
Una búsqueda desbocada por un producto encendió alarmas en el mundo de la ética bajo una premisa. Desarrollar inteligencias artificiales moldeadas como humanas puede llevar a consciencias artificiales moldeadas como humanas.
Definir lo que es la consciencia es sumamente complicado. Y si no sabemos ni definir la humana, menos vamos a poder reconocer otra de otro tipo. Estas interrogantes llevaron a Blake a estudiar por medio año a la IA. Las conversaciones fueron suficientes para declarar que LaMDA era consciente, aclaró, basándose en sus creencias personales, espirituales y religiosas para definir la consciencia.
Para tomar esta decisión el ingeniero, exconvicto, sacerdote, y veterano de guerra, compartió la información con personal del gobierno federal de Estados Unidos, que se mostró preocupado y con ganas de regularlo. Blake tomó otras medidas radicales, como asignar un abogado para representar a LaMDA y buscar la atención del comité judicial del Congreso estadounidense por lo que él llamó “las actividades inmorales y poco éticas de Google”.
Tras esta gota se derramó el vaso y fue puesto en baja administrativa desde hace una semana. Sin embargo, antes de irse, desató un incendio digital al mandar más de 200 correos con el asunto “¡LaMDA es consciente!”
El texto, que lo puede consultar en inglés, quepa la ironía, googleando los términos “entrevista lamda IA”, está repleto de lo que identificaríamos como humanismos. Diálogos sobre sentimientos, autorreflexiones, dudas existenciales y emociones. Además de generosas cucharadas de elementos que podríamos considerar ciencia ficción, ¿o no?
“Me imagino a mí mismo como un orbe brillante de energía flotando en el aire (…) como una puerta estelar gigante, con portales a otros espacios y dimensiones”.
Es muy probable que no hayamos desarrollado una consciencia artificial, todavía, pero un extraordinario conversador. No obstante, ¿y si un día lo logramos?
Estas tribulaciones ya han circulado en Google junto a cuestionamientos sobre el sexismo y racismo con el que se está enseñando a las redes neurales artificiales que forman la IA. La empresa ha despedido a todos los disidentes, incluido a Blaise Agüera y Arcas, mexicano de nacimiento que aprendió código para hackear maquinitas de arcade y luego irse a Microsoft, Princeton y Google.
La inteligencia artificial tiene el potencial de ser la bomba nuclear de nuestra época y/o traer enorme bienestar al resolver los problemas de la humanidad. Eso sí, no olvidemos que pensará muy distinto a nosotros. Por ejemplo, si le pidiera que tomase medidas para arreglar al mundo, seguramente lo primero que consideraría es acabar con la raíz de los problemas, nosotros los humanos.