En 1929 Ignacio Sánchez Mejíaspronunció una conferencia en la Universidad de Columbia en Nueva York. Las palabras del torero sevillano siguen vigentes en el México del 2022: "Cuando la humanidad esté en un grado tal de civilización que no quede ninguna crueldad entonces sería cosa de hablar de suprimir las corridas de toros".
Sánchez Mejías, quien además de torero fue escritor de obras de teatro, actor de cine, jugador de polo, automovilista y mecenas de los poetas de la Generación del 27, explicó: "mientras los seres humanos hablen tranquilamente del número de hombres que cada nación puede matar en un momento determinado, hablar de la crueldad de las corridas de toros es ridículo".
Quizá mayo y junio del 2022 sean los meses en los que más se ha hablado de prohibición de la tauromaquia en México. El tema se ha discutido en la CDMX, Nuevo León, Nayarit, Puebla y eso ha permeado por todo el país. En el mismo mes de mayo –según datos del diario El Mural– hubo 2,833 homicidios a nivel nacional.
Es decir, 91 muertos en promedio cada día. Pero diputados, jueces y otros políticos están más preocupados por los toros bravos que acometen en una plaza para proteger su estirpe.
Esto me recordó el mundo al revés del poema de José Agustín Goytisolo: "Érase una vez un lobito bueno / al que maltrataban todos los corderos / Y había también / un príncipe malo / una bruja hermosa / y un pirata honrado".
La realidad es que los animalistas y –quizá sin saberlo– los políticos, abogados y jueces que atacan a la tauromaquia, promueven una ética infrahumana. Y es que para ellos los animales tienen, al menos, el mismo valor que la vida humana.
Peter Singer, ideólogo de ese pensamiento, preferiría usar niños con malformaciones que conejos o cobayos en experimentos de laboratorios. Por eso su moral es inferior a lo que es propio de los seres humanos.
Albert Camus lo puso de otra manera: "el hombre es la única criatura que se resiste a ser lo que es".
El termino de su conferencia en Nueva York, Ignacio Sánchez Mejías recordó que el toreo no es una crueldad, sino un milagro.
Y agregó, como profetizando su muerte que sucedería en 1934 producto de la cornada del toro de nombre Granadino: "En todo milagro interviene el pueblo. Y cuando el torero muere en la plaza, el pueblo se echa al redondel a recoger su cadáver y lo guarda hasta el día de su resurrección, hasta el día que Dios lo reclama a su lado, en la Gloria".
Remató leyendo unos versos que Rafael Alberti escribió cuando murió Joselito “el Gallo”:
"Cuatro arcángeles bajaban / y abriendo surcos de flores, / al rey de los matadores/ en hombros se lo llevaban.
"Virgen de la Macarena, / mírame tu cómo vengo,/ tan sin sangre que ya tengo / blanca mi color morena."