El conductor común, ese que cada día utiliza su transporte para llegar al trabajo, a la escuela o a su casa; el chofer que desde su taxi, camión o camioneta, lo mismo traslada alimentos que transporta a personas, está cansado de ser víctima de las mordidas o de las multas.
A los poblanos que conducen, poco o nada les importa si el dinero que pagan, termina en las arcas estatales o en las municipales. Las multas sean de donde sean son un golpe directo al bolsillo.
A excepción de las máquinas instaladas en vialidades muy concretas como la Recta a Cholula o el Periférico Ecológico, el resto de medidores de vialidad sólo sirven y servirán para engrosar el erario.
El cuento aquel de que servirían para reducir los accidentes viales no se ha materializado y eso que llevamos años con diferentes programas que infraccionan por manejar a exceso de velocidad o en estado alcohólico.
Entre los primeros detalles que se conocieron sobre la ubicación que tendrían dos de los cinemómetros que estrenará el municipio la próxima semana, se dijo que se colocarían sobre la 25 y la 31 Poniente, un verdadero absurdo.
En ocasiones el tránsito que hay en esas avenidas o que se produce cuando los semáforos no están sincronizados vuelve imposible que un conductor pueda exceder la velocidad permitida.
Misma situación sucede en las avenidas del Centro Histórico en donde el cierre de calles por actividades artísticas, culturales, deportivas o sociales, provoca que se circule a vuelta de rueda.
Si las autoridades realmente quieren acabar con prácticas riesgosas, una opción sería que realizaran operativos en vialidades como la Atlixcáyotl o Zavaleta las noches de jueves, viernes y sábado, cuando los arrancones están a todo lo que dan.
Por ello reitero que más allá de cuál sea el color o el gobierno que decida implementar las medidas viales tenemos que reconocer que las fotomultas o multas por circular a exceso velocidad terminan siendo programas recaudatorios.
Entendemos que todos los gobiernos buscan y buscarán aumentar la recaudación, que sin recursos propios muchos de los programas de beneficio e impacto social no podrían llevarse a cabo, sin embargo, creo que los ciudadanos ya somos lo suficientemente maduros para que se nos hable con franqueza y se nos diga que ese es el objetivo y no que nos traten de dorar la píldora diciéndonos que se trata de un programa para salvar vidas.
Que no nos vendan el cuento de que son medidas de prevención vial. A las cosas por su nombre: es una burda recaudación.
Diría el refranero: “a otro perro con ese hueso”.