Hace un par de días, alguien —por fin— en La Mañanera le preguntó al Presidente sobre la posibilidad de que su esposa Beatriz Gutiérrez Müller pudiera buscar un cargo de elección popular, en franca y clara alusión a la gubernatura de Puebla.
En el entendido de que —salvo contadas excepciones— nada pasa en esa conferencia matutina sin que esté previsto, el manipulador equipo del Presidente generó la pregunta, cuya respuesta estaba perfectamente definida.
Para no darle vueltas, AMLO negó rotundamente esa posibilidad y dijo que terminando su administración se van directorio a La Chingada.
Haciendo un paréntesis, en una ocasión pregunté a un personaje cercano al hoy mandatario federal, del porqué se llama así el rancho propiedad del Presidente, a lo que me explicó que se debe al calor brutal que se siente en esas tierras chiapanecas, por lo que desde hace muchos años, el propio López Obrador decía que ese lugar era la verdadera chingada.
Retomando La Mañanera en cuestión, escuché a un esposo machista, definiendo el futuro de su esposa como si su vida y futuro le pertenecieran.
Vaya afrenta para la orgullosa doctora, historiadora, compositora y cantante, cuyo orgullo independentista debió mermarse seriamente con la sentencia que su marido dictó sobre su futuro profesional.
Pero vayamos ahora con AMLO.
¿Usted realmente le cree que al terminar su mandato, se va refundir en ese infierno al que llama La Chingada?
Este personaje, no sabe hacer otra cosa que andar en campaña.
Le pican las asentaderas las sillas en las que se le obliga a trabajar.
Para AMLO, cualquier cosa diferente a deambular por el país prometiendo un México mágico y recibiendo elogios al por mayor, le resulta un suplicio.
¿Alguien le compra el cuento de que se va a retirar de toda actividad política?
Por favor.
A otro perro con ese hueso.
El día que se interne en su propia Chingada se muere.
Por eso es que no sólo no le creo que se va a retirar. Tampoco le creo su declaración sobre el futuro de su mujer, quien claramente ha aumentado su participación mediática en los últimos meses.
Y es que para AMLO mentir es un deporte. Gusta de engañar con la verdad y disfruta manipulando a sus fieles siervos de la 4T.
Conociéndolo, —porque lo ha hecho en múltiples ocasiones— para él no será un problema desdecirse en el momento que lo necesite y decir que fue el pueblo bueno y sabio el que exigió que su mujer aceptara una candidatura.
Con ese mismo cinismo que cambió radicalmente su promesa de devolver a los soldados a los cuarteles, podrá abrirle la puerta a Beatriz, si en su momento le resulta conveniente hacerla gobernadora.
Y créanme qué razones, le sobran; y usted acertadamente las imagina.