En los últimos días, un tema que ha sido impulsado por los seguidores de la 4T es el decreto presidencial de finales de 2020, donde AMLO mandaba una sustitución gradual del glifosato, hasta su eliminación total en 2024, y la prohibición del maíz transgénico.
Las preocupaciones de este decreto van por dos derroteros.
Una es la prohibición del maíz transgénico, que de por sí ya está establecida en la ley de bioseguridad con su régimen de protección especial. Lo que este decreto realmente busca es prohibir la entrada del transgénico de Estados Unidos, que siembra 92% de su maíz con esa tecnología.
Esta prohibición unilateral contraviene lo escrito en el T-MEC, por lo que una cascada de controversias parece inminente ante las quejas de los senadores de los estados maiceros de USA. Casi la totalidad de la canola que importamos de USA y Canadá también es transgénica, pero este cultivo no se acomoda a las narrativas del presidente.
La otra preocupación es la eliminación del herbicida más usado en la agricultura mexicana para controlar las malezas en los plantíos. El presidente con su visión de trapiches ve al campo mexicano a base de coa y azadón.
La eliminación vendría, se supone, acompañada de alternativas sostenibles y culturalmente adecuadas (lo que sea que eso signifique) desarrolladas por el CONACYT. El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología no ha propuesto alternativas equivalentes, básicamente porque no existen. ¿Creerá AMLO que desarrollarán algo realmente innovador y eficiente? ¿Recuerda la vacuna para el COVID Patria o los respiradores?
Eliminar este herbicida pondría en graves aprietos la viabilidad de cientos de miles de hectáreas y operaciones agropecuarias, como en los viveros de SEDENA para Sembrando Vida, donde existe evidencia de la compra y uso extensivo de glifosato.
Uno de los temores más azuzados contra los transgénicos es la posibilidad de desarrollar diferentes tipos de cánceres por su consumo. Este temor está basado en un estudio de 2012, conocido como “el caso Séralini”, famoso en el medio científico por lo poco técnico y creíble del estudio. Este texto fue retirado a menos de un año de su publicación, pero se mantiene en el imaginario colectivo.
Quien no parece conocer nada de este tema es nuestro flamante diputado federal por el distrito 6, el morenista Alejandro Carvajal, quien repite como loro las declaraciones del presidente en autosuficiencia alimentaria.
Eso sí, el loro no oye, pero bien que compone, tanto así que ya bautizó el agroquímico como “glisofato”.
¿Sabrá este diputado que los varios miles de millones de dólares que no queremos importar van a ser cobrados sobre las exportaciones que hacemos a Estados Unidos, muy probablemente en otros productos agropecuarios como el jitomate o el azúcar poblano?
Ya entrado en alucinaciones, a Carvajal le dio por decir que las empresas harineras del país usan el maíz amarillo transgénico para las tortillas. Si lo tiene tan claro puede mandar a hacer una prueba genética de la harina que él considere y demandar a las empresas, pues estaría contraviniendo la ley de bioseguridad.
¿No se supone que vela por los ciudadanos?
Lo que es hablar por hablar.
Hilda Luisa, una reportera de época
Con tristeza recibí la noticia del fallecimiento de la maestra Hilda Luisa Valdemar, uno de los pilares de Tribuna Radiofónica, quien durante varios años tuvo a su cargo la fuente policíaca dándole otro enfoque a la cruda información de la llamada nota roja.
Fue un estilo contrastante con el de la dureza de nuestro inolvidable compañero Alfonso Ponce de León. La maestra Hilda Luisa, por encomienda de don Enrique Montero Ponce le dio un enfoque distinto a la nota policiaca, con un sello más social y menos sangriento.
Fue tal el impacto que logró su propio espacio: La Hora 20, que se transmitía en Radio Tribuna, justo en punto de las ocho de la noche. Alcanzó una importante audiencia, entrevistando a los jefes policíacos y brindando orientación legal a las víctimas.
Así llevó especialistas en materia mercantil, civil, familiar, notarial y penal hasta que convirtió a La Hora 20 en una verdadera defensoría social.
Hilda Luisa fue socia fundadora de la AMPEP, además de formar parte de la directiva de la Federación de Asociaciones de Periodistas que organizan los premios del Club Primera Plana.
Su visión fue más allá de ser la principal promotora de la Colonia de la Mujer Periodista, la primera del país.
Ayer, Puebla perdió a la mujer que abrió brecha a muchas de las mujeres que hoy cubren fuentes impensables en los años 70s, cuando palabras como el feminismo y la sororidad ni siquiera estaban en nuestro vocabulario.
Gracias por tanto maestra.