“Sabemos que el encaje de bolillo –labor a la que se han dedicado por largo tiempo las mujeres en los hogares poblanos– y demás telares, se han visto profundamente afectados por la entrada de las modernas y grandes fábricas de tejido, como la Constancia de Estevan de Antuñano. Reconocemos que la población se ha visto beneficiada por no tener que usar paños de segunda o tercera clase, o andar desnudos, ante la masificación de producción de calidad e importaciones, pero tenemos que preservar las maneras de vivir de la gente. Por esta razón, daremos hilos y agujas a los obrajes hogareños, esperando puedan competir contra el mundo y la modernidad”. 

Un discurso así, propio de hace tres siglos, cambiando hilares y telares por milpas y terrenos de cultivo, hilos y agujas por fertilizantes y semillas, es como ayer se refirieron las autoridades poblanas al campo en el día del agrónomo.

Las comunidades rurales cada vez dependen menos de la producción agropecuaria para sus ingresos, la diversificación es latente en cada población no-urbana. Producción de block o ladrillo, comercio, remesas, o –lamentablemente y contados casos– actividades ilegales. El ingreso rural ha dejado de ser el ingreso agropecuario por condiciones sociales, descapitalización, fragmentación de la propiedad y uso de tecnologías ineficientes.

Es sumamente difícil –no solo para nuestras autoridades, pero para el mundo– reconocer que la ganadería y agricultura tienen una fecha de expiración a la que nos acercamos velozmente. O al menos la concepción que tenemos.

Cultivar la tierra y criar animales es una de las actividades que nos unen a nuestro pasado civilizatorio. Nada más humano. No nos entendemos sin esos dos mecanismos. ¿De qué otra manera obtendríamos la comida?, bien puede preguntarse.

La biotecnología y los grandes procesos industriales son raíces que se cuelan entre los cimientos de nuestras prácticas más antiguas para derrumbarlas y dar paso a la modernidad.

La fotosíntesis es un proceso sumamente ineficiente, mismo que científicos se encuentran mejorando en laboratorios genéticos para traer una nueva era vegetal a esta Tierra.

Usar animales para generar proteínas es absurdamente ineficaz, por lo que la biotecnología perfecciona en estos momentos el cultivo de tejidos para obtener los mismos productos; terminando nuestra relación con los animales como la conocemos y dando paso a la ganadería de levaduras y bacterias.

El 22 de febrero es el día del agrónomo en México, y las felicitaciones se extienden profundas y cálidas a quienes nos alimentado desde los albores de la humanidad, pero las cosas no son para siempre.

Quien escribe esto sin duda está sesgado al haberse formado en el cruce de la agricultura con la biotecnología, pero quien salió de la cueva antes tiene la obligación de advertir estos cambios civilizatorios, y ayudar a transitar con conducción consciente a esta época portentosamente revolucionaria, como no ha conocido la historia de la humanidad.