En un mundo donde el progreso y el desarrollo tecnológico son el aire bajo las velas de las naciones, es lamentable observar el conformismo crónico que parece haberse arraigado en la mentalidad de nuestras autoridades, quienes prefieren mantenernos sumidos en la ignorancia y la dependencia tecnológica. La prioridad parece ser mantener intactas las estructuras políticas y económicas del pasado, sin percatarse de que el futuro se está construyendo en laboratorios y centros de investigación en otras partes del mundo.
México, en ciencias, desarrollo y tecnología es una desgracia; siendo las menos culpables las mentes de nuestros compatriotas.
La meta, puesta por el mismo gobierno, es clara. Llegar al 1% de nuestro PIB en inversión en ciencia y tecnología. Los resultados, son claramente mediocres. Año tras año la cantidad va en sentido inverso, llegando a un desastroso 0.3%.
No es un tema de presupuestos, pero sí de desidia gubernamental. Comparados contra países donde hay verdadero interés en el desarrollo, como Israel, la inversión es 19 veces mayor. Argentina, un país con una devaluación de 1/3 de su moneda invierte casi el doble que nosotros.
A este gobierno la ciencia le molesta, lo ven como una meritocracia falsa. A no ser, claro, que los beneficie directamente. Muy directamente. Infamemente directo.
La madre de la actual titular del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), en abril del año pasado, recibió la distinción de investigadora emérita vitalicia del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
Roces Dorronsoro, doctora por la universidad de Colima, no contaba con la antigüedad para esto, pero su hija le reformó el reglamento para acceder. Solo hay dos personas más de la universidad de Colima que han recibido esta distinción. Estoy seguro que no le sorprenderá saber que uno de ellos fue el papá de la titular de CONACYT.
Los lazos familiares son importantes, pero los conyugales más. Así que no es ninguna sorpresa que la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müller, quien pasó tres años en nivel candidata para el máximo sistema de investigadores nacional, haya saltado al nivel 1 del SNI.
Y si no tiene miedo a la madre, o la esposa del presidente, estoy seguro de que al Fiscal de la República sí se le cuadra. Pasaron 12 años para que Gertz Manero pasara de tener su solicitud bateada, al grado máximo del sistema, el SNI III. Sí, el fiscal que plagió dos libros.
Pensará que al menos la 4T busca dar las mismas posibilidades que su círculo cercano reciben inmerecidamente, pero son unos patanes ladinos.
Esta nueva administración creó una nueva plataforma para recibir las postulaciones para el SNI, llamada RIZOMA, que buscaba “democratizar y facilitar el proceso”. La plataforma no funcionó, borraba datos, confundía teléfonos, no dejaba enviar la solicitud.
El proceso de solicitud, reducido a 15 días y movido de noviembre a junio –plena fecha de exámenes–, mostrando la nula experiencia académica de este gobierno, se atravesó con las fallas de la plataforma, por lo que cientos de investigadores ya se chingaron. Así.
Junto a un desastroso proceso de admisiones corría en paralelo la aprobación de una grotesca ley de ciencias, misma que entró en suspensión provisional por cuatro decenas de amparos en contra. ¿Qué venía en estas nuevas ordenanzas? Una probadita. Queda prohibido expresarse en redes sociales, a título personal, sobre la imagen institucional o cualquier persona del CONACYT. Cada día sabemos más y entendemos menos.