Tuvieron que pasar ocho benditos meses para que el Congreso de Puebla decidiera hacer caso al decreto que mandataba crear el Registro Nacional de Obligaciones Alimentarias y armonizar las leyes correspondientes para sancionar a los deudores.

Las situaciones son críticas, pues algunos números colocan a más de 800 mil mujeres como cabezas de familia en nuestro estado, encargadas del sostén familiar cuando el padre se desentiende del fruto de la concepción y abandona las obligaciones parentales por sus huevos. Así dicho. Mujeres que al desarrollarse en una sociedad machista y patriarcal llegan a la edad laboral con menores oportunidades de estudio, desarrollo personal y profesional.

Lamentablemente, este es un claro ejemplo de cómo las problemáticas sociales se convierten en un terreno político, donde las soluciones se presentan más como medidas punitivas populacheras que como estrategias efectivas para garantizar los derechos de quienes dependen de estas manutenciones.

Esta ley tiene lo mismo de catártico que poner el nombre de una persona en un tendedero, y tristemente parecido en utilidad.

¿De qué le sirve a una mamá soltera que el padre ausente no pueda sacar su licencia de conducir? Va a sacar una de Guerrero, falsear sus ingresos y pagar $600 pesos quincenales de apoyo.

¿De qué demonios sirve prohibir que un padre ausente pueda vender/comprar inmuebles? Si con una figura moral le das la vuelta a la ley y puedes abandonar legalmente a una jovencita de 15 años con un embarazo infantil.

La creación de un registro de obligaciones alimentarias, con sus restricciones asociadas, es una respuesta superficial y simplista. El enfoque restrictivo adoptado por el gobierno, limitando la movilidad y los derechos civiles de los deudores alimentarios, muestra una tendencia a la penalización en lugar de abordar las causas subyacentes de incumplimiento de estas obligaciones.

“Si no conocen las obligaciones, que conozcan la vergüenza”, dijo la diputada del Partido del Trabajo (PT), Nora Merino Escamilla. ¿Pero de qué chingados le sirve la vergüenza a quien debe mirar por poner la comida en el plato tres veces al día?

No se hagan bolas, esta ley es para que las autoridades hagan un Poncio Pilato y la sociedad pase a despedazarse. Seamos serios, esos hombres ausentes son culpables de todo lo imputado, pero esta ley carece de sustancia.

¿La ley para asegurar abortos gratuitos, libres, seguros, informados y sin prejuicios? Aquella ley que libraría a una niña de 15 años de cargar con la responsabilidad de un condón roto, una violación sexual o un simple descuido, sigue en la congeladora por los mismos diputados timoratos.

Termino con el argumento al revés. La misma ley fortalece al código civil y la posibilidad de los adultos mayores de exigir el derecho a la pensión alimenticia a sus hijos e inclusive a sus nietos; “la obligación de alimentos es recíproca, el que los da tiene derecho de pedirlos”.

Le prometo que quien escribe esto no es un hijo desnaturalizado o un infeliz nieto, ¿pero por qué el ciudadano, el individuo, debe de velar perpetuamente por el bienestar de su familia cuando al estado y gobernantes les vale gorro pese a tener las arcas públicas?

Ahora, la sociedad exige derechos europeístas modernos sobre estructuras sociales arraigadas en el virreinato, empapadas del machista contrato social mesoamericano, con legisladores que piensan que al castigar a hombres con mentalidad prehistórica vamos a poder avanzar a aquellas mujeres de maternidad soltera. Todo estado, como toda teología, supone al hombre esencialmente perverso, y lo es, pero el mal a domar se llama sociedad y nuestro congreso es su fiel reflejo.