Los aficionados mantenemos en nuestra memoria faenas, lances o pases que están presentes siempre que observamos o hablamos de toros.
En los bares de España se sigue discutiendo sobre la rivalidad y las aportaciones al toreo de Joselito y Belmonte, o se compara el empaque de una verónica de Morante con las de Gitanillo de Triana.
En México, hay los que se siguen emocionando al recordar al Callao, al hacer referencia a un trincherazo de Silverio o un lance del Rey David.
Antonio J. Pradel en su libro "El gesto justo" dice que la tauromaquia es un arte que se define y toma forma por medio de la memoria y el tiempo.
Para él, la corrida de toros, tal y como ha llegado hasta nosotros, es el resultado de un largo y lento proceso de "decantación y sedimentación de los distintos trabajos, formas, estilos, conocimientos y sentimientos por parte del hombre a la hora de enfrentar a un toro bravo".
Pepe Alameda va más lejos y afirma que más que los hechos en sí, debemos considerar su interdependencia, el hilo conductor entre ellos.
Pradel afirma que "la tauromaquia actual, si no quiere perder definitivamente su auténtica razón de ser, si no quiere quedar convertida en un resto prácticamente incomprensible, no debería olvidar nunca aquellas viejas representaciones, ni tampoco las viejas mitologías en torno al toro".
Pero estos recuerdos también tienen su lado negativo que nos hace juzgar el presente bajo el prisma del pasado. Los psicólogos llaman a esta distorsión "retrospección idílica" o "retrospección color de rosa".
Algo así como una mirada nostálgica que evoca solo la mejor parte del pasado. El problema está cuando esta añoranza nos impide observar el presente con objetividad.
El psicólogo israelí-estadounidense Daniel Kahneman se refiere a este tipo de distorsiones como sesgos cognitivos, es decir, una interpretación errónea sistemática de la información disponible que ejerce influencia en la manera de procesar los pensamientos, emitir juicios o tomar decisiones.
La idealización del pasado puede hacernos impedir que disfrutemos el presente. Son trampas de la memoria que pueden provocar una visión pesimista del presente.
Situados desde la perspectiva del pasado, y más de un pasado que añoramos como si fuera color de rosa, los aficionados solemos ser demasiado severos con los toreros.
La retrospección idílica también provoca que imaginemos el futuro en forma catastrófica. En casi todas las épocas de la historia del toreo, los aficionados piensan que se vive una periodo de decadencia y que lo que sigue será mucho peor que todo lo anterior. Rafael Guerra "Guerrita" llegó a decir "Después de mí naiden".
Ser conscientes de los sesgos cognitivos y cómo pueden influir negativamente en nuestros juicios, es el primer paso para tomar decisiones más informadas y objetivas.
En el caso de los toros, llegar a la plaza con menos prejuicios puede ser, quizá, una táctica para que nuestros sentidos nos permitan disfrutar más. Dejarnos llevar por las sensaciones que hacen de nuestra fiesta un espectáculo emocionante.