Con el Domingo de Ramos inicia la Semana Santa, una de las fechas más importantes para la comunidad cristiana porque se conmemora la pasión y muerte de Jesús. Para la tradición católica, es una época de oración y reflexión.
A través de la penitencia, que es la mortificación individual, el dominio de la concupiscencia y de los apetitos sensoriales, se acompaña a Cristo en los padecimientos que sufrió en la última horas de su vida.
El sacrificio se lleva a cabo con visión de trascendencia, es decir, para recordar que los seres humanos fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios.
Quizá para muchos en la sociedad actual que aspiran a ser "políticamente correctos" y que están influidos por la cultura woke, esta idea del sacrificio resulte anacrónica y hasta ininteligible.
Para el antiespecismo, una de las corrientes ideológicas que más han influido en la mentalidad urbanita actual, el sufrimiento es un mal que debe ser eliminado.
De hecho, para el filósofo australiano Peter Singer, ideólogo del animalismo, la fuente de igualdad moral entre humanos y animales es la capacidad de sufrir. Para Singer, la única pregunta ética válida es ¿sufren?
Intentar eliminar el sufrimiento pone a los seguidores de Singer en una condición moral superior que les permite atreverse a cancelar todo aquello que sea contrario a su forma de pensar.
Por eso, en este espacio, hemos insistido que el objetivo último del movimiento antiespecistas no es acabar con la tauromaquia, sino con todas las actividades humanas que no tengan como prioridad eliminar el dolor que ellos ven como sinónimo de sufrimiento.
En las corridas de toros, igual que sucede en la tradición cristiana, se reivindica el sufrimiento como camino hacia la plenitud. El grito de guerra de Juan José Padilla es "sin sacrificio no hay gloria".
La reivindicación del sufrimiento va de la mano con la lógica del héroe. Se sabe frágil y por eso se vincula con lo sagrado. Se libera de un espíritu de servilismo y lucha contra la instrumentalización del ser humano y su reducción a lo utilitario. El héroe es quien logra ejemplificar, con su acción, la virtud como fuerza y excelencia.
En su libro "La tarea de héroe" Fernando Savater dice: "El toreo es el arte de evitar lo inevitable, de desfondar con un garboso remedio lo irremediable: la muerte queda presente en el ruedo pero ha resbalado del campo de lo necesario al de lo posible, ha perdido sombras: finalmente, el arte es más fuerte e incluso la presencia de la muerte, olvidada, se hace irreal".
En los toros, como en la religión católica, se reconoce el peligro, se acepta el dolor y el sufrimiento, pero como camino a la trascendencia. Savater afirma: "Sí, en el toreo está presente la muerte, pero como aliada, como cómplice de la vida: la muerte hace comparsa para que la vida se afirme".
Los cristianos reconocemos que Jesucristo eligió para sí mismo el camino del sacrificio por amor y como ruta para la redención de los seres humanos. El sacrificio se hace como intercambio por un bien más grande y trascendente.
En la Semana Santa se reafirma que aceptando con gozo el sufrimiento, el cristiano sigue la ruta de Jesucristo. El sacrificio cristiano es un tentativa de acercarse al ser amado.
El varilarguero José Daza, uno de los primeros tratadistas taurinos, define el toreo como "un arte valeroso y robusto, engendrado y distribuido por el entendimiento, la más noble de las tres potencias del alma. Es un arte forzoso y necesario para la conservación de la vida".
Lo anterior es contrario al animalismo de Singer. Por eso, tanto la tauromaquia como la tradición judeocristiana son condenadas y combatidas por los grupos afines a esa ideología.
La sociedad banal, que persigue el hedonismo, rechaza el dolor, el sufrimiento, sin darse cuenta, se convierte en cómplice de una neo-religión que intenta imponer, por la fuerza, una moral que iguala a los hombres con los animales.
R.M. Rilke en Elegías del Duino, canta: "Comienza, pues, de nuevo la incansable alabanza, porque mira: el héroe siempre a sí se mantiene y su muerte es pretexto de un nuevo renacer".