Dentro de las muchas polémicas que hay alrededor de las corridas de toros está si los niños deben o no asistir a un espectáculo en donde hay sangre y muerte.
A finales de abril se celebra el Día del Niño, lo que nos da pretexto para analizar si el espectáculo taurino es propio para los niños.
En Internet circula un informe realizado por el Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas que en marzo del 2018 recomendó que, para evitar efectos nocivos en los niños, se debía prohibir la participación de menores de 18 años ya sea como toreros o como público en un espectáculo de tauromaquia.
Esto ha sido utilizado tanto por políticos, como por antitaurinos como argumento contrario a la fiesta brava y hasta como justificación para iniciativas abolicionistas.
Esta recomendación es contraria a la lógica de quienes fuimos a los toros de niños y de los papás que hemos llevado a nuestros hijos a corridas de toros. De hecho, Mario Vargas Llosa ha declarado: "Yo llevé a mis hijos a los toros de pequeños y ninguno me ha salido cruel".
¿Por qué la diferencia de opiniones es tan grande?
Vale la pena entender que el informe que se presentó en la Convención sobre los Derechos del Niño y fue elaborado por personas de Togo, Zambia, Egipto, Samoa, Japón, Sudáfrica, Bulgaria, Noruega y Etiopía, todos ellos lugares lejanos a la tradición taurina.
Se trata de una opinión sin evidencia empírica ni bases científicas. Es una apreciación tan sesgada como la de Vargas Llosa o la de un papá taurino que, con emoción, lleva a sus hijos a los toros.
Recientemente leí la tesis doctoral que en el 2017 presentó el psicólogo David Guillen Corchado titulada "Bienestar y recursos psicológicos en alumnos de escuelas de tauromaquia". Un estudio científico que nos ayuda a tener datos documentados para que cada quien pueda formar su propio criterio.
El doctor Guillen Corchado estudió a 196 adolescentes que dividió en dos grupos. El primero integrado por alumnos de escuelas taurinas en distintas ciudades españolas como Colmenar Viejo, Badajoz, Málaga, Albacete y Murcia.
El segundo grupo compuesto por estudiantes de secundaria de la Comunidad de Madrid. Se trataban de niños de entre 15 y 16 años, la mayoría (94 por ciento) de nivel socioeconómico medio. Todos los niños asistían a la escuela. La única diferencia entre ellos era que la mitad, además de sus actividades cotidianas, se preparaban para ser toreros.
La investigación la realizó en la adolescencia porque es una etapa vital en la formación de una persona. Una edad complicada debido a los múltiples cambios biológicos y psicológicos.
Es un periodo especialmente vulnerable, por lo que el doctor Guillen Corchado consideró que es ideal para promover bienestar.
El objetivo del estudio era evaluar cómo las actividades que los adolescentes influyen en la formación de su personalidad. Para ello, utilizó el modelo conocido como los cinco rasgos de la personalidad.
Es una taxonomía que agrupa las características de una persona en: Extroversión, afabilidad, tesón, neurotismo y apertura a la experiencia.
Los resultados son muy interesantes. Los niños que asisten a las escuelas taurinas tuvieron puntuaciones mucho más altas en "afabilidad".
Con esta evaluación, analizaron que son niños que, en términos generales, se muestran más generosos, confiados, serviciales, indulgentes y sinceros, que los que no asisten a las escuelas taurinas.
Por otro lado, los taurinos tuvieron puntuaciones menores en extroversión, por lo que se mostraban más reservados, retraídos y tranquilos que los demás.
Como lo esperaba el doctor Guillen Corchado, los niños de las escuelas taurinas tuvieron una mayor puntuación en apertura a la experiencia, por lo que se mostraban como más curiosos y creativos.
También tuvieron calificaciones significativamente más alta en términos de tesón, mostrándose más organizados, trabajadores, cuidadosos y perseverantes.
Lo que más sorprendió al investigador, fue que tuvieron resultados mucho mayores en términos de autoeficacia y resolución de problemas. Quienes asisten a las escuelas taurinas, tuvieron un mejor rendimiento no sólo en actividades físicas, sino actividades académicas.
Profundizando en el tema, el psicólogo David Guillen Corchado descubrió que en las escuelas taurinas aprenden a improvisar y a resolver situaciones delante de la imprevisible conducta de los toros y eso es algo que desarrolla habilidades cognitivas que les permite a los niños tener un mejor rendimiento escolar que los que no se entren como toreros.