En medio de este horno urbano aparece el aire acondicionado como el salvador impensable, el mesías de los sudorosos. De pronto, la vida se vuelve un poco más soportable, casi confortable. El aire acondicionado no solo nos da respiro, sino que nos permite funcionar en medio de ciudades que arden y las latitudes más extremas.

Este aparato, que bien podría ser una extensión del Olimpo, ha encontrado su trono en oficinas, hogares, coches, escuelas y hospitales. Sin él, los niños se deshidratarían en las aulas, los oficinistas se desmayarían sobre sus teclados, y los enfermos serían víctimas de un calor más letal que sus enfermedades.

Pero, como suele suceder en la tragicomedia de la vida, no todo es tan sencillo. El aire acondicionado, con su apariencia de benefactor, también es un cómplice silencioso del enemigo que nos acecha: el calentamiento global.

En una ironía el artefacto que nos salva del calor contribuye a exacerbarlo. Tres por ciento de toda la energía global se destina a aires acondicionados. Un mundo.

Una especie de tragedia griega moderna, donde los dioses del confort nos tientan, pero a un costo que nuestra madre tierra no puede seguir pagando. A este paso para el 2050, con 5 mil millones de aires acondicionados, el consumo de energía relacionado podría triplicarse.

El consumo de energía eléctrica se dispara con cada aparato encendido, y los hidrofluorocarbonos utilizados en muchos sistemas de refrigeración tienen un potencial de calentamiento global miles de veces superior al CO2.

Entonces, ¿qué hacer ante este drama en tres actos donde el confort lucha contra la sostenibilidad? Afortunadamente, no todo está perdido. No se trata de renunciar a la comodidad, sino de reinventarla.

Entre las propuestas más prometedoras encontramos los sistemas de aire acondicionado basados en energía solar. Otro avance crucial es el desarrollo de refrigerantes ecológicos. Abandonando los dañinos HFC, explorando alternativas, incluso investigando sistemas que utilizan agua como refrigerante.

La eficiencia energética también juega un papel vital. Los avances en la tecnología de compresores y materiales de construcción permiten crear sistemas de aire acondicionado que consumen menos energía, pero proporcionan el mismo nivel de confort. Casas y edificios inteligentes, con sensores y sistemas de control avanzados, optimizando el uso del aire acondicionado, reduciendo el consumo energético y los costos asociados.

Además, debemos repensar la manera en que diseñamos nuestras ciudades y edificios. La planificación urbana y la arquitectura sostenibles son esenciales. Incorporar espacios verdes, techos y fachadas vegetales no solo mejora el microclima urbano, sino que también ayuda a absorber CO2 y a mitigar el efecto de isla de calor.

El aire acondicionado, con su dualidad de confort y amenaza, representa uno de los grandes dilemas de nuestra era. La solución no reside en renunciar al confort, sino en reimaginarlo.

Puebla es un estado de clima templado, donde una casa con aire acondicionado es más rara que un treinta de febrero. Pero el cambio climático cambiará eso, y poco a poco se volverán indispensables por el calentamiento global. Las temperaturas de estas semanas nos demuestran que arriba de 30 grados los poblanos nos morimos.

A través de la innovación tecnológica, la eficiencia energética y un compromiso colectivo con la sostenibilidad, podemos aspirar a un futuro donde el aire acondicionado no sea un verdugo disfrazado de salvador, sino una herramienta de bienestar en armonía con nuestro planeta.