El “triunfo”, entrecomillado, que el Consejo Nacional Electoral (CNE) dio a Nicolás Maduro ha generado en el mundo dos posturas radicales; es también una muestra del riesgo de dejar en manos de un solo hombre los poderes Legislativo, Judicial, así como los organismos electorales.
Mientras líderes de países como España exigen que se transparenten todas las actas de votación antes de reconocer la segunda reelección de Maduro, presidentes de siete naciones latinoamericanas como Colombia, Uruguay, Chile y Estados Unidos cuestionaron la validez de los comicios de ayer.
En contraposición, países que tienen presidentes y regímenes dictatoriales como Honduras, Nicaragua y Cuba respaldaron el triunfo de Maduro, con el 51 por ciento de los votos.
Las dudas sobre el resultado vienen de muchos factores, entre ellos: el retraso en el anuncio de los resultados por parte del CNE, la negativa de Venezuela para permitir el ingreso a los observadores electorales internacionales -entre ellos el expresidente Vicente Fox-, las irregularidades denunciadas durante la jornada electoral, impedir el regreso de venezolanos a su país para votar y la antigüedad del sistema de conteo de votos que fue “revisado” hace 15 años.
A eso se suma que durante la campaña y antes de ella, la publicidad electoral resultó completamente asimétrica, no sólo por la cantidad de desmedida de anuncios a favor del régimen en medios de comunicación masiva, sino porque el régimen de Maduro se ha caracterizado por encarcelar, perseguir y acallar a los opositores: lo mismo periodistas, activistas o políticos.
Contrario a la narrativa que Maduro pretende instalar, en los “otros datos”, un cuarto de la población venezolana ha dejado su país desde que inició la administración chavista. La mayoría de ellos huyeron ante la falta de empleo, el aumento de la inseguridad y la hambruna.
En los años que Chávez y Maduro han dirigido al país impusieron a sus allegados para hacerse del control en el órgano electoral, de ahí que la duda sobre el triunfo sea más que justificada. El supuesto hackeo que retrasó el anuncio de los resultados de anoche aumenta las dudas sobre las cifras reales de la votación, del “respeto a la voluntad popular”, que exigió el propio presidente.
Maduro exhibió ayer una elección de Estado. Ese es el grave riesgo de mermar las instituciones. Con jueces y tribunales electorales designados por el propio Estado -léase Maduro-, las elecciones se vuelven como en su momento fueron con el viejo PRI, controladas por el Estado. Un mero trámite para mantener al partido-gobierno firme.
Aunque la presión internacional difícilmente podrá salvar a los venezolanos, es claro que una gran mayoría de ellos ya no están de acuerdo con su mandatario, de estarlo no habría sido necesario que Maduro cometiera tantas irregularidades para lograr su segunda reelección.
En México esta elección nos debe dejar una buena lección, algo como el famoso refrán: “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”.
¿Aprenderemos?