Para cuando se impriman estas líneas, Andrés Manuel López Obrador ya habrá subido al podio en el Zócalo capitalino, plaza que de acuerdo a como interprete los datos pudo haber sido rebautizada como Plaza de la Cuarta Transformación o Plaza de la Transformación de Cuarta.
López Obrador, que se arrodilló ante los representantes de los pueblos indígenas en el diciembre que ganó —como tratando de redimir los pecados de todos los presidentes que lo precedieron— prometió cumplir 100 compromisos.
Cien, como en esos exámenes donde uno aspira a la calificación perfecta. Y, claro, el presidente salió con su propio «Yo casi exento», afirmando que ha cumplido con 98 de esas promesas. Alguna proyección traumática tendrá.
Las dos faltantes son la descentralización de las secretarías de Estado y encontrar a los 43 de Ayotzinapa. Y aunque visiblemente no se logró nada en estos rubros, el ejecutivo dice que se quedaron a poquito, pues los de Ayotzinapa ¿algo como que las mafia del poder no lo dejan avanzar?, y que al menos SEGALMEX y CONAPESCA sí se reubicaron, a Zacatecas y Mazatlán respectivamente.
CONAPESCA es dirigida por un licenciado en psicología deportiva, cuyo único logro fue, al ser fundador de Morena en Sonora, encargarse de las giras en ese estado. De ahí, el salto fue a la Ayudantía de la Presidencia, donde se ganó la confianza del presidente para encargarse de un sector económico que emplea a 150 mil personas, tiene 76 mil embarcaciones que supervisar y genera 2 millones de toneladas de alimento al año.
Y lo que se ve en el ejecutivo moreno, se siente en el legislativo moreno. En este sexenio, hace un par de meses de hecho, se reformó la Ley General de Pesca y Acuacultura, con cambios netamente estéticos. Eso sí, muy en el estilo de la administración. Enfocados en atender a nuestros hermanos afromexicanos e indígenas, apoyando sus maneras tradicionales de pescar, traduciendo a sus idiomas las concesiones y manuales.
Las crisis, las reales, solo han estallado. Como la muy sonada vaquita marina, arrimada al punto de la extinción. Víctima colateral en la captura de la totoaba, permitida por una Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca corrupta. Tan solo recuerde que hace un par de años, cuando DiCaprio se quejaba de que el gobierno mexicano no hacía nada, el director general de Inspección y Vigilancia de la CONAPESCA en Sinaloa era detenido por intentar robarse 12 toneladas de filete de pescado.
El caracol rosado en Quintana Roo, los robalos en Sinaloa, el huachinango de todo el litoral del Golfo, incluido Tabasco, todo sobre explotado en un negocio donde al salir con la lancha te juegas 6 mil de puro combustible y la vida.
Y así se nos fueron seis años, escuchando que la transformación era inevitable. En la economía de la esperanza, AMLO fue un mago de la ilusión. Las promesas 19 a 25 se enfocaban en el campo, y ya nos dice el presidente que se cumplieron. Es ocioso irlo desmintiendo. Por ejemplo, claro que se unieron LICONSA y DICONSA para crear SEGALMEX, pero nos robaron más de 15 mil millones de pesos. No pos gracias por cumplir.
Este sexenio ha sido una lección magistral de cómo los discursos enfáticos pueden nublar la vista de un país que siempre ha tenido un poco de miedo a mirar con demasiada atención. Seis años de un presidente que se vendió como el gran constructor de un nuevo México, pero que terminó, en muchos sentidos, reciclando los escombros del viejo México.
El problema no es López Obrador, sino el espejo que nos puso frente a nosotros mismos.