Al concluir el sexenio de Andrés Manuel López Obrador existe una pregunta obligada tanto para sus detractores como para quienes son fanáticos del presidente: ¿En qué es mejor México hoy?

Después de una lucha de más de una década para llegar a la presidencia, qué cosas mejoró AMLO como presidente y cuáles fueron las promesas de campaña que cumplió.

Como candidato reprochó la corrupción, los gasolinazos, la falta de sensibilidad del gobierno con las víctimas y hasta la inseguridad. En su tercer y último intento por alcanzar la silla presidencial, López Obrador ofreció “toda la verdad” del caso Ayotzinapa, para dar paz y justicia a las madres y padres de los 43 normalistas desaparecidos en 2014.

En materia de inseguridad, ¿México está mejor que cuando él asumió el poder? Las masacres, esas que negó y que le causaron una carcajada en plena mañanera, continúan. Culiacán y Sinaloa suman 20 días asediados por balaceras, ejecuciones y una guerra sin cuartel entre dos cárteles.

Andrés Manuel prometió disminuir los homicidios dolosos a la mitad. Las propias cifras de su gobierno nos dicen que los 200 mil que se registraron en su sexenio son el doble de los que se contabilizaron con Felipe Calderón a quien nunca dejó de reprocharle su guerra contra el narco. Los feminicidios y el número de personas desaparecidas tampoco muestran una disminución frente a los sexenios anteriores.

Vayamos al renglón económico. El crecimiento real de nuestro país fue el menor en los últimos 30 años. La repartición de dinero a manos llenas bajo esquemas de becas y apoyos sociales no ayudó a mejorar la economía de México, como tampoco lo hicieron el aumento al salario mínimo, que se vio siempre rebasado por la inflación. Hoy se gana el doble y se compra la mitad.

El combate a la corrupción, su bandera más manoseada, tampoco salió bien librada. Tanto sus hijos como elementos de su gabinete han sido señalados por presuntos casos de corrupción. La casa Gris, Vidanta, Chocolates Rocío y Segalmex, son un puñado de ejemplos.

Su famosa frase de “al diablo las instituciones” es quizá una de las muy contadas cosas que cumplió. Deshizo la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Acabó con la fuerza del Ejército Mexicano al utilizar a los militares lo mismo para construir que para cuidar las aduanas del país. Sobre el INAI y el INE pesa un enorme yugo. En la agonía de su gobierno apremió las reformas para desaparecer a siete organismos autónomos que no cuadraron sus cifras con “los otros datos” que tenía el presidente, como el Coneval, el INEGI y Mejoredu.

Acapulco y Guerrero en general sufren nuevamente las inclemencias de un huracán que los mantiene a ratos sin luz, incomunicados, sin víveres y bajo el agua. Sucedió hace un año y se exigió el regreso del Fonden. John repitió las dolorosas escenas y seguimos sin un fondo de recursos disponibles para las tragedias que ocasionan los desastres naturales.

En materia de salud estamos ante un escenario paupérrimo. Cada vez nos parecemos más a países como Haití, ya ni a Venezuela, ante la falta de camas, médicos, enfermeras, quirófanos, medicamentos, insumos y hasta la cobertura. Dinamarca quedó sólo en el imaginario y en las “bromas” de su último informe.

Si con estos datos usted insiste en que ha sido un buen presidente o el mejor de los últimos tiempos sólo me resta preguntarle: ¿En qué es mejor este México al de hace seis años?