Viendo los dos desastres en Valencia, España, el de la catástrofe natural y el de la ineptitud de las autoridades, vienen a mi mente lo que en diferentes momentos, durante el sexenio que recién concluyó, padecimos los mexicanos.

La indolencia de Pedro Sánchez, alcanzó niveles criminales cuando decidió no mandar a las fuerzas militares a atender la tragedia que cobró la vida de cientos, quizá miles de valencianos a lo largo y ancho de esa provincia.

La indignación e impotencia de los pobladores, los hizo explotar contra su presidente, quien decidió pisar la zona de la catástrofe 5 días después.

Poco faltó para que la turba alcanzará niveles de linchamiento, sólo controlado por la presencia de la guardia civil que evacuaron al presidente español en una vertiginosa huida.

Pero ¿acaso los mexicanos no vivimos esa misma indolencia criminal durante el sexenio lopezobradorista?

Nuestra corta memoria nos hace olvidar lo que AMLO hizo en diferentes momentos críticos de su gobierno.

Empezando por la pandemia del COVID, seguida de las inundaciones en su natal Tabasco y rematando con Acapulco, en todas ellas, la apatía, la indolencia y la incapacidad, también alcanzaron niveles criminales.

Las similitudes entre Sánchez y López son dramáticamente constantes.

En la pandemia del COVID vimos a un presidente tomando decisiones que costaron vidas, desde el no uso del cubrebocas, hasta la decisión de no realizar pruebas masivas, además de la negativa de vacunar a quienes atendían la enfermedad en la primera línea de batalla como médicos y personal hospitalario. Se calculan en 600 mil las muertes que pudieron evitarse.

Pero vayamos a las catástrofes que podríamos comparar con las riadas en Valencia.

Cómo olvidar la confesión de Andrés Manuel, al decir que ordenó inundar las zonas pobres de Villahermosa, en una declaración que confirma la conducta desalmada del presidente.

Y ahí fue cuando dijo que no iba a la zona afectada porque si se mojaba se iba a enfermar. Vaya cinismo y falta de empatía. Y cuando el huracán Otis no se quedó atrás. En otra confesión, reconoció que decidió no anunciar la gravedad del fenómeno que amenazaba Acapulco y que se conformó con solamente mandar un tuit.

Obviamente evitó llegar al puerto, sólo dejando como testimonio de su visita, la fotografía donde una docena de soldados intentan desatascar el jeep en el que intentó llegar a Acapulco, cuando la SEDENA cuenta con helicópteros Puma perfectamente equipados.

Tras la patética fotografía, lo volaron de regreso a Palacio Nacional sin que hubiera hecho contacto con uno solo de los damnificados.

Y recientemente con el huracán John, tuvo el presidente la oportunidad de despedirse con una reacción diferente, pero la falta de sensibilidad se mantuvo hasta finalizar su sexenio.

Trasladándonos a la tragedia española, Pedro Sánchez decidió no mandar al ejército, no dar la alerta, no activar los protocolos de emergencia, no declarar la catástrofe y de paso declarar que si necesitaban apoyo, que lo pidieran.

¿Qué quería este infeliz? ¿Una carta protocolizada? ¿Un oficio lacrado? La gente se estaba muriendo entre lodo y agua en los escombros.

El repudio y la lluvia de piedras y lodo que envolvió ayer al presidente español y en el que se llevó entre las patas al Rey Felipe, no era para menos.

Un auténtico asesino.

Así las cosas, pareciera que los gobiernos populistas, llámense del PSOE, Morena o de cualquier otro partido, coinciden en su criminal indolencia, de la que los valencianos no pudieron salvarse.

Habrá que ver si en España hay consecuencia, porque aquí en México, todo queda en simples anécdotas.