Mediante una carta abierta dirigida al presidente de la Comisión de Bienestar Animal de la Ciudad de México, Jesús Sesma, el periodista y crítico taurino, Carlos Ruiz Villasuso, destacó que el llamado “animalismo” representa un mensaje incongruente que en el fondo implica el maltrato animal.

A continuación, Intolerancia Tlaxcala reproduce de manera íntegra la carta escrita por Carlos Ruiz Villasuso, y publicada en el portal Mundo Toro:

Desconozco quien, en un entorno de educación, cultura y sensibilidad básica, no desee la paz en el mundo, el final del hambre o cuestiones básicas como el buen trato, no ya a un animal, sino al arbusto más pequeño que pueda imaginar. Por esta razón, nadie pretende la arrogancia de abanderar el liderazgo de erradicar el hambre o la paz en el mundo. Por el mismo razonamiento básico, quien pretenda liderar el sentimiento humano del buen trato animal, es arrogantemente impostor. Porque ni el sentimiento generalizado de buen trato es suyo, ni de grupo o colectivo alguno, sino de la gran mayoría de los seres humanos. La idea del “animalismo”, nacida en las mega urbes como CDMX, tan grandes como tantas veces tan inhóspitas y maltratadoras para el ser animal humano, no deja de ser una especie de mensaje al revés, al ocultar el maltrato real a propósito de un negocio o desconocimiento.

Propone usted, junto a unos jóvenes diputados, con el amparo de un veterano del PAN cuyo sainete moral es directamente proporcional a su fin: ir en contra del partido en el poder, prohibir la Tauromaquia en CDMX por convicta y confesa de maltrato al animal toro. Sin duda alguna, un problema mayúsculo en México, vital y prioritario. Me refiero al toreo como gran problema social según ustedes, y me refiero, al tiempo, al maltrato animal como problema social, según un servidor. Para usted lo importante es lo primero, para un servidor, lo segundo. Por eso comienzo por lo segundo.

Hay en CDMX alrededor de 1.700.000 mascotas perros. Hembras y machos. Que se castran o se vacían (macho o hembra) por su bienestar. Que se les lava y baña y viste por su bienestar. Que se les corta las uñas por su bienestar. Que defecan y mean a la hora humana, por su bienestar. Todo por su bienestar. Una hipocresía del tamaño de la propia ciudad. Se les castra o vacía o esteriliza para que no entren en celo, por comodidad del ser humano. Se controla su natural animalidad de procreación por comodidad humana. Se les baña para no aguantar su olor, como se les corta el pelo para mejorar molestias, y así todas y cada una de las acciones que se tiene con ellos.

Esta es, mi estimado diputado del Partido Verde, la cima del maltrato animal en CDMX, el animal convertido en mascota. Desnaturalizado, vejado, hecho a la medida del humano que lo maltrata. Un animal al que, coincidirá conmigo, no debemos ya llamar animal, pues cada amo se sofistica en eliminar la animalidad de ese perro o gato. No he escuchado al Partido Verde levantar la voz contra ese maltrato. ¿Por qué razón? Porque puede ser que cuanto más humana sea la mascota, alcance a ser mejor negocio."

Quizá porque en su país hay un negocio alrededor de ellas, de 2.200 millones de dólares. Quizá porque ya se invierte más en una mascota de las clases no pobres, 38 dólares mensuales, que en la educación de un chavo de Tlalpan o de Tepito. Quizá porque la farmacéutica Pfizer, una de las que copó el mercado de las vacunas anti COVID, no dejó en este tiempo de invertir en producción destinada a la mascota a pesar de la muerte diaria de cientos y miles de seres humanos. Quizá porque el crecimiento exponencial de este mercado y negocio basado en el buen trato animal es superior al 8% anual. Quizá porque ya pelea el animal humano con la mascota en la priorización de recursos: el ramo del alimento para perros en su país es una industria de 850.000 toneladas anuales de cereal/proteína.

No le escucho hablar de esa desanimalización del perro o el gato convertido en mascota, quizá porque ya se invierte más en CDMX en clínicas para ellos que en sanidad para el animal humano. Quizá porque el mercado de productos y servicios de las mascotas en México crece a un promedio anual del 10%. En 2013, y disculpe no tener un dato más reciente, pues sería aún más bochornoso por más gigantesco, la facturación se aproximó a los 2.500 millones de dólares USA. Quizá por eso, diputado, su silencio. Usted calla y vende el humo del incendio que no existe para ocultar el incendio real.

Le cuento más. ¿No es usted verde del Partido Verde? Pues mire, la huella ecológica de un perro mediano en tamaño de una 1,8 hectáreas. Contamina más que una troca de tamaño mediano en un año. Es superior a la de un ser humano de Álvaro Obregón, Gustavo A. Madero, Magdalena Contreras, Milpa Alta, Tláhuac o Itzapalaza, cuya huella ecológica es de apenas 0,9 hectáreas. Un hombre con hambre contamina poco, señor del Partido Verde. Pero ya que usted ansía liderar lo verde y el buen trato animal, le sigo contando lo no importante.

Para regenerar el impacto de la huella ecológica de las mascotas de CDMX, señor verde, se necesitan dos estados del tamaño de Chiapas. Todo ello, sin albergar el razonamiento del traje humano: tanto dinero para mascotas y su negocio en una ciudad con un 4,3% de población en pobreza extrema y un 32% en situación de pobreza, datos oficiales de la Medición de la Pobreza en Ciudad de México 2020, que sin duda, usted conoce.

¿Partido Verde? Las autoridades de su país y de otros países están alarmando de la desaparición de especies causada por un centenares de miles de mascotas abandonadas que regresan a su salvajismo sin control alguno, convirtiéndose en depredadores de otras especies indefensas. Sería bueno que su partido, verde, se ocupara de este caso. No es problema menor es mayor y es muy verde.

Ser verde es buena onda, señor diputado. Pero, créame, que ser verde es justo lo contrario a su idea política urbanita en donde no existe animal más maltratado que el animal humano por dejación y del animal mascota por negocio. Ser verde político desde la visión política educacional de una mega urbe como CDMX es una pendejada, dicho con todo respeto. Pero no pendejada por futilidad risible, sino por aberración humana. Es más verde el más humilde de los banderilleros que usted. Por una simple cuestión educacional. No entro a valorar la cuestión moral, que también.

Le recuerdo que soy, es usted, animal. En nuestra cadena de ser, lo somos ambos. Y que, con sus defectos, fue este animal, derivado en el “ser político” de Aristóteles, quien inició senda del humanismo, base de nuestra evolución a través de siglos, científica, cultural, educativa, de progreso. La que le permite a usted ser electo. Le recuerdo esto porque el toro, el toreo, la Tauromaquia, no es el asunto. Es el humo de un fuego inexistente que tapa al otro fuego. La agresión verde (sería más bien agresión gris/urbana) hacia el toreo, es una verdad única. Es decir, una fake reiterada convertible en verdad. Una verdad moral única, base (in) moral de un negocio que consiste en un cambio de modelo y relaciones sociales. Pero no hacia una sociedad más justa e igualitaria, sino hacia una sociedad más injusta, en donde los ideales tomados como de superioridad moral, léase animalismo, sólo esconden el privilegio de los unos contra los otros.

De los unos con el privilegio de quien puede gastar 38 dólares al mes en una mascota, dinero que no ingresan a la quincena millones de sus paisanos. El privilegio de quien la compra, vende, abriga, alimenta, viste, le da ocio y hasta pompas fúnebres en un país de fosas comunes. No hable usted de verde ni de animalismo. El humanismo es el primer, único y real animalismo. Sacar rédito político liderando el bienestar animal a través de trucos morales de ciudad y de ocurrencias sensibleras (que no sensibles) como las de prohibir la Tauromaquia es solo una cortina de humo para tapar la inhabilitación humana. Yo que creía que un político era elegido y pagado para liderar la lucha contra la desigualdad entre los suyos.

Me considero conocedor de México. Llevo dos décadas viajando de forma continuada a este país, pateando estados, ciudades, pueblos, montañas, ranchos de todo tipo. El nopal no me es indiferente, mi estimado. He pateado México y sus estados y caminos como usted no se imagina. En mi novela “Narcohisteria”, con casi cinco años de trabajo allí donde usted jamás trataría de pisar sus pasos de urbanita verde hormigón, entre el cuerno de chivo, mezclado dentro del corazón inmenso de tantas gentes humildes, autoridades, corruptos y leales, narcos por salida natural del no tener, relato la indecencia del dolor animal. Del animal humano. Que tal si el animal humano político se dedica a recuperar la dignidad del animal humano de su ciudad y de su país.

¿Verde? ¿Es ese el color del alma? ¿Qué verde, verde nopal, verde campo, verde rural, verde caza, verde Tepito o verde Polanco? Mire usted, diputado, el primer problema de México, que incluye a la CDMX, se relata en “Narcohisteria”. Le aconsejo su lectura. Es un canto a su país, por el que tengo un sentimiento tan profundamente positivo. Creo que su dolor es fruto de una revolución inconclusa y que es tan joven como país, que le duelen al crecer los huesos. Pero en ese ecosistema humano que es México y la CDMX, al que usted no dedica su política humana, habita el maltrato hacia el humano. Qué horror que su ADN educacional urbano sea al pie de un Starbucks y no al lado de la tierra y el animal humano. Son ustedes una prolongación del gabacho, el virus del norte que coloniza al sur y le prohíbe y le secuestra sus culturas propias. Son ustedes los que levantan su cultura y la encajuelan a favor del negocio transnacional de dinero del norte. Las mega empresas de arriba de Tijuana.

Termino. No he conocido taurino alguno que no lleve dentro al nopal, al águila, al animal y al ser humano en toda su grandeza. No le hablo de economía, ni de ecología, ni de valores verdes. La meta, no me sale justificarme. No quiero justificarme. Justifique usted su prioridad entre el maltrato animal real frente al que calla y soporta. Y oculta. Su dedicación humana al “bienestar animal” en una ciudad donde una mascota vive mejor que millones de personas es extrañamente verde. En realidad, usted es el bárbaro. El maltratador. Y lo sabe.