José Luis Márquez es un negociador nato, un operador de lujo de la saliente clase política priista y un político que tiene en el Congreso la oportunidad de oro para recomponer desde el máximo órgano legislativo del estado a su partido.
Márquez tiene una tarea formidable al frente de la bancada del tricolor en la LVIII Legislatura: lograr un grupo compacto y cohesionado con una sólida disciplina partidista, pero al mismo tiempo tender puentes de entendimiento con el nuevo gobierno.
El priista Márquez es un avezado operador político. Además, es la correa de transmisión del priismo (que gobernó a Puebla este sexenio) con la nueva clase política.
El coordinador parlamentario tiene un bloque de diputados experimentados como Víctor Hugo Islas o el propio Jesús Morales Flores, quien ya fue presidente de la Gran Comisión. A esto se suma la experiencia del exrector de la UAP y exalcalde de Puebla, Enrique Doger Guerrero. Tampoco hay que perder de vista a Lauro Sánchez, quien le disputó la dirección de la bancada a Márquez, y quien conoce los vericuetos de la política local.
Si algo tiene a su favor la bancada que comandará José Luis Márquez es la dosis de colmillo político, con la ambición de sus compañeros de bancada de sobresalir y buscar la interlocución directa con los factores del poder.
En las dos primeras sesiones de la actual legislatura ha prevalecido en tribuna la bancada priista. Con disciplina y con intervenciones oportunas, el bloque del tricolor tiene a su favor ser de ahora en adelante un grupo parlamenario de oposición. En su contra juega la memoria inmediata, que una y otra vez podrá recordarle en el Congreso el pasado del marinismo, con sus propiedades concomitantes, desempeño al cual los priistas jamás le hicieron ni le han hecho ninguna objeción.
Márquez es un apasionado de la política, su experiencia previa como legislador le permite mantener a flote a su bancada, conocer el tejido delicado de la operación y los acuerdos parlamentarios, para saber que, ante todo, el PRI, con todo y su segundo lugar en el Congreso y en el estado, es la segunda fuerza política en el estado.
El año 2012, para los priistas, parece ser una panacea. O al menos una tabla de salvación. Si algo tienen en mente los priistas, encabezados por José Luis Márquez, es que "ni las derrotas son para siempre ni las victorias son para siempre."
Si en la pasada legislatura Javier López Zavala mantuvo una ascendencia sobre el líder del grupo parlamentario del PRI y sobre el presidente de la Gran Comisión, al menos los vínculos entre el excandidato al gobierno del estado de Puebla y el coordinador del grupo parlamentario priista son visibles. Este acto de fortaleza es al mismo tiempo su principal handicap, en una bancada priista plural que le dio cabida a varias expresiones políticas del priismo.
Es prematuro saber lo que puede conocer, pero con seguridad la habilidad negociadora de José Luis Márquez sacará al PRI del anonimato al que lo aventó la voluntad popular de julio pasado, y sólo así el PRI podrá aspirar a ser un factor hegemónico de nuevo. Cada punto de acuerdo, y cada reforma, serán una oportunidad, lo mismo para tender puentes que para negociar y renegociar los acuerdos.
Por la recomposición
Márquez sabe que de la unidad de la bancada parlamentaria del PRI y de su desempeño depende en gran medida su recomposición, su posicionamiento y su retorno al poder. Porque ahora, la única línea que se mantendrá al interior de la bancada del PRI, ya sin un primer priista del estado que les tire "línea", será la del acuerdo interno con miras a recuperar el poder.
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