Los campos del seminario recibieron a los fieles en el mismo lugar donde el “papa viajero” ofició la misa inaugural de la tercera Conferencia del Episcopado Latinoamericano en 1979, aunque la asistencia fue menor a la de hace un mes cuando llegaron su reliquias.
Ayer se celebró la primera Celebración Litúrgica en México del Beato Juan Pablo II. La ceremonia la encabezó el nuncio Christophe Pierre, quien insistió en la relación del papa con los mexicanos y recordó la frase: “¡Me voy, pero no me voy. Me voy, pero no me ausento, pues aunque me voy, de corazón me quedo!”
Dijo que estas palabras, pronunciadas por el Juan Pablo II en su última visita a México se nos presentan como una misteriosa realidad, “hoy que nos reunimos para rendirle nuestro homenaje, conscientes de que desde la comunión de los santos él está verdaderamente con nosotros, invitándonos a hacer memoria de sus mensajes y de sus enseñanzas y a mirar, libres de todo prejuicio, el testimonio mismo de su vida”.
Señaló que “él está verdaderamente presente, ante todo, en nuestras mentes y corazones, renovándonos aquella invitación que dirigió por primera vez al mundo seis días después de su elección: ‘No tengan miedo, abran, más aún, abran de par en par las puertas a Cristo’.
Además, comentó que México —acogiendo a Juan Pablo II en cinco ocasiones— tuvo la dicha inmensa de verlo transitar por las calles de sus ciudades, de escuchar su palabra, de mirar con emoción y admiración su testimonio de vida, de fe y de amor. “Entonces, su presencia sacudió el alma de todos los mexicanos, y su humildad los cautivó profundamente.”
Christophe Pierre resaltó la obra del papa con relación a la misericordia como un ejemplo para todos, y pidió que se siga el ejemplo no sólo con la gente cercana sino aprendiendo a perdonar a todos.
“Del gran hombre que supo defender la dignidad humana de todo hombre y de toda mujer, que reclamó los derechos del pobre, el respeto para nuestros hermanos indígenas, la justicia social, la práctica de la solidaridad, la búsqueda del bien común y de la paz. Del gran hombre que no cesó de animar a todos a luchar por desterrar de su amado México, la corrupción, la pobreza, las injusticias, la violencia. Del gran hombre que supo también manifestarnos su paternal lamento por la indiferencia y falta de respeto de muchos por los valores trascendentales de la persona humana, de su dignidad y libertad, de su derecho inviolable a la vida y del don inestimable de la familia. Factores, estos, que progresivamente han hecho que cada vez más se doblegue la verdadera identidad del pueblo mexicano.”
Durante su homilía, Christophe Pierre recordó que la figura de Juan Pablo II pasará a la historia como un gran hombre de oración y de unión con Dios como característica de todo su pontificado. Narrando algunas experiencias significativas, que quedaron en la memoria de toda la humanidad, y describiendo de manera breve pero profunda sus enseñanzas sobre la perseverancia fiel a través de la vivencia de la fe, monseñor Pierre trazó una hermosa semblanza del futuro beato.
Fueron muchos los momentos los que Juan Pablo II dedicaba a la oración, postergando incluso algunos compromisos de su ministerio para encontrarse en presencia de Nuestro Señor Jesucristo.
El nuncio apostólico habló con mucha claridad sobre la forma en la que Juan Pablo II concebía la misión importantísima de la familia, expresada en la siguiente frase: “la familia es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guían durante toda su vida”.
Por su parte, el arzobispo Víctor Sánchez Espinosa resaltó el hecho de que haya sido el representante del papa Benedicto XVI quien encabezará en Puebla la primera celebración nacional dedicada al beato más venerado en México actualmente.