Así fue esta marcha peculiar que terminó en el mercado de El Alto, misma que realizaron mariachis y grupos norteños desde la zona del primer cuadro del Centro Histórico hasta los barrios de San Francisco y El Alto.
Durante el trayecto, al menos 24 grupos de mariachis de esta zona popular de la ciudad, conocida como “la pequeña Garibaldi”, entonaron canciones al compás de las guitarras, violines y trompetas.
Se podía ver de todo, desde pequeñitos de escasos cinco años de edad hasta gente madura cantando las afamadas canciones mexicanas, todos vestidos con sus trajes de gala.
El objetivo central de la marcha hacia el palacio del ayuntamiento era convivir con el presidente municipal Eduardo Rivera Pérez con motivo de las celebraciones del día de Santa Cecilia, patrona de todos los músicos.
Desfilaron con mantas en las que aprovechaban para hacerse publicidad con números de teléfonos para contrataciones. Además de llevar cuadros de imágenes religiosas como Santa Cecilia y la Virgen de Guadalupe, agradecían a la moribunda administración municipal el apoyo en estos tres años.
Así fueron recorriendo calle tras calle, donde los peatones, comerciantes y hasta automovilistas, en lugar de molestarse, aplaudían cada canción entonada al unísono por el numeroso contingente de más de 200 mariachis.
Una tradición viva
Para Moisés Rodríguez, cantante del grupo Viajeros de Mi País, la tradición mexicana del mariachi en vez de ir decayendo aumenta día con día, al grado de que cada vez hay más puntos donde encontrar un conjunto folclórico.
Don Moisés, mariachi de bigote canoso al estilo Zapata, lleva 30 años en el oficio, donde ha tenido un sinfín de anécdotas, desde la clásica mentada de madre del suegro, hasta ver amores nacer por una serenata.
En el palacio municipal, Eduardo Rivera recibió a los músicos y hasta les pidió que entonaran varias canciones de su repertorio. Don Moisés recordó que se debe nacer mariachi, aunque por los tiempos de crisis, se debe tener otro oficio de respaldo.
—Aquí todos los músicos nos llenamos de alegría por esta fecha tan importante de Santa Cecilia —dijo.
—¿Hay mucho trabajo?
—Sí, gracias a Dios se están componiendo las cosas. Bajan por febrero hasta abril, pero ahorita ya está bien, nos echamos cuatro o cinco gallos por semana.
—¿Hay mucha competencia?
—Sí, bastante, es que ya existen muchos lugares donde encontrar un mariachi, tan sólo en Puebla hay como cinco sitios a parte de los de municipios. En El Alto hay 35 grupos de mariachis.
—¿Qué diferencia hay con otros años, cómo era anteriormente?
—No hay ninguna diferencia, a la gente le sigue gustando igual o hasta más la música folclórica, sobre todo la del mariachi. La verdad es un honor ya que no cualquiera puede ejecutarlo. Primero debe haber gusto, sino mejor se dedican a otras cosas, hay muchos que se van, hay mucha competencia.
”Hay carpinteros, herreros, taxistas y hasta profesores de escuela de mariachis, en sus ratos vienen aquí a cantar, la mayoría tiene otro oficio, aunque hay que dedicarle buen tiempo porque es mucho lo que se tiene que ensayar para ser de los buenos, pero eso sí, todos lo hacemos de corazón.”
—¿Hay envidias?
—¡Uy!, sí, como todo comerciantes, todos queremos ser los buenos, por eso nos echamos tierra, decimos “No vayas con aquél porque no se la sabe, yo sí”. Tenemos todo lo que existe en el comercio, hay críticas, pleitos, pero todo dentro de lo normal porque ahí convivimos mucho, casi cada fin de semana.
—¿Lo que cobran es sinónimo de calidad?
—La calidad no interesa tanto en el precio, sino que la gente los acepte. Mucha gente nos lleva hasta que se acabe el pomo, y pues ya es a gusto de la gente. Hay mariachis muy buenos que cobran barato y muy malos que cobran caro. Nosotros vamos a casas humildes y a residencias enormes de gente muy rica, de verdad es increíble que existan en Puebla esos lugares de lujo.
—¿Cuál es la anécdota más común?
—Los suegros (ríe), los suegros siempre se enojan porque llevan serenata a la hija y sobre todo si no es el “elegido”. Cuando llegamos y empezamos a cantar nos jalan y nos preguntan quién nos contrató, así nos corren, nos amenazan hasta con echarnos a la patrulla, a cubetazos no nos corren pero poco falta, nos corren con palabras altisonantes, por eso se le dice al cliente que pague primero.
”La mayoría de los clientes llega con su alcohol arriba, es la motivación principal para escuchar al mariachi, muchos llegan sobrios y acaban movidos. A muchos las canciones siempre les recuerdan algo, alguien, un familiar o un antiguo amor. Por eso nos llevan a la casa de alguien a seguir la parranda y siempre se animan ya que no somos tan caros, aunque hay unos que sí. Los precios van desde mil 500 hasta 3 mil pesos la hora.”
El agradecimiento
—¿Por qué venir al palacio?
—A hacer acto de presencia para que Eduardo (Rivera) vea que existimos y porque queremos convivir con el presidente municipal, eso nos beneficia a todos. Venimos en plan de saludar y para que vea que estamos activos, algo así como “un gallo” de bienvenida.
—¿Sigue en auge la música de mariachi?
—Y más que nunca, claro; por eso digo que cada región ha progresado, por ejemplo me da gusto que el 15 de septiembre se vistan como nosotros, aunque los trajes llegar a valer hasta 10 mil pesos, como el sombrero que lleva un trabajo especial.
A pesar de los más de 30 minutos de serenata, ni con “¡Qué chula es Puebla!”, “Serenata huasteca”, “Cruz de olvido” y “Guadalajara”, Rivera Pérez dejó de zapatear. A su modo, bailó y cantó.